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03.11.2018 Críticas  
No le digas a mamá que soy humorista

Hasta ahora, la cómica Sil de Castro había llevado a Barcelona dos de sus espectáculos en los que combina monólogos y cabaret: Cabaretazo y Mira mamá, estoy en El Molino. Ahora trae al Aquitània Teatre (antigua sede de la Filmoteca) la evolución de este último, ¡Mira mamá, soy cabaretera!.

En el apartado cómico, de Castro combina extremos: la valenciana es tierna y es procaz, salvaje y sofisticada, puede ser abiertamente feminista pero localmente machista, porque a ratos también es abiertamente inconsecuente, e incluso didáctica (la historia del creador del vibrador es de lo más interesante).

El aspecto cabaretero se plantea alrededor de la estética, como el vestuario de corsés medias y blondas de Solange Designe o esas sencillas (pero resultonas) coreografías de striptease a cargo de Chiqui Martí y Juli Bellot. También en la ocasional interacción con el público, que no siempre funciona. Es arriesgado jugar esa carta en un espectáculo que juega a dos aguas, porque la noche que te toca un público que ha ido a ver un monólogo, el roast puede no funcionar tan bien como la función con espectadores más cabareteros.

Monólogo, cabaret… y teatro. Importante, porque sirve como puente perfecto entre la comedia y el burlesque. Y es donde se encuentra el punto fuerte de Sil de Castro: las bromas y el descaro están bien, pero la función se eleva cada vez que ella toma las riendas, cuando nos cuenta sus historias que creemos mucho más ciertas que las típicas “cosas curiosas que me han pasado viniendo hacia aquí”. Cuando Sil de Castro te cuenta su vida (sea cierta o inventada), te la crees y se apodera de tu atención. Y te ríes a mandíbula batiente.

¡Mira mamá, soy cabaretera! es ideal para ver en pareja o con los amigos, para pasar una noche entretenida y descubrir a una artista que hace cosas parecidas a otras humoristas, pero de una manera muy particular. Mejorará con el tiempo, porque tiene su mejor activo en su protagonista absoluta, pero en estos momentos ya es un espectáculo divertido. Además, ¿cuántos monologuistas más pueden preciarse de su carrera como dómina?

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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