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03.11.2018 Críticas  
Arte y ensayo

El CDN, programando en el Teatro Valle-Inclán, una producción del Teatro Arriaga, con solo cuatro funciones, una en euskera, y el resto en castellano, con Calixto Bieito en versión y dirección del libro de Bernardo Atxaga: cita imperdible por atractiva y talentosa mirando el elenco. Lo que pasó a continuación, te sorprenderá.

Nos ponemos en situación: Obabakoak es una obra de Bernardo Atxaga, publicada en 1988, ganadora del Premio Nacional de Narrativa, y adaptada en 2005 al cine por Montxo Armendáriz, con Bárbara Lennie como protagonista. Calixto Bieito, director artístico del Teatro Arriaga de Bilbao, director residente del Teatro de Basilea, ha ido compatibilizando la dirección de obras teatrales, óperas y zarzuelas, dotando a todos los proyectos de radicales interpretaciones.

Obabakoak reúne una serie de relatos de los habitantes de Obaba, de donde Calixto Bieito decide centrarse en el profesor y correspondecia amorosa adolescente con una joven de Hamburgo, el relato de la profesora y el maquinista del tren, la niña que amaba a su caballo, el psiquiatra y el paciente interno; y el relato del jabalí blanco (así a grandes rasgos).

La escenografía de Susanne Gschwender, las proyecciones de Sarah Derendiger, y la iluminación de Michael Bauer, son extraordinarias, y uno no espera menos de tamaña propuesta, pero ahí acaban las (gratas) sorpresas o al menos las altas expectativas que uno, torpemente, se ha montado sobre el proyecto. La propuesta de Bieito es tan abstracta, confusa, excesivamente dilatada, y gratuitamente sexual, que uno se siente una señora de setenta años, asistiendo a lo que debió suponer el nacimiento del «arte y ensayo» en su día. Me siento desactualizado, vapuleado, pero sobre todo, desconcertado. No capto el hilo de la narración, me atrapan ciertos episodios, pero otros me vuelven a expulsar de Obaba; me es grato asistir a la desnudez masculina sobre la femenina (inexistente), pero no entiendo la gratuidad de ciertos momentos con una carga sexual desmesurada y rozando lo inncesesario.

La poética narrativa con la que se premió y alabó el trabajo de Atxaga, aquí se transforma en un relato grotesco, deslavazado, que parece que solo persigue el escándalo de la platea, a la que incomodar y llegar a plantear que en casa con una manta, se estaba mejor. El reparto coral tiene grandes aciertos, en cuanto a dirección e interpretación, destacando el exceso descontrolado pero preciso de Lander Otaola, el cada vez más desenvuelto Eneko Sagardoy al que espero que las tablas hagan su casa muy pronto, el ímpetu de Miren Gaztañaga, y la perfección en todos los aspectos de Joseba Apaolaza y Gurutze Beitia.

Una mayor concreción en la propuesta, menor exceso (parece mentira que yo escriba esto), y menos experimentación hubiesen convertido a Obabakoak en uno de los montajes memorables de la temporada, en su paso por la capital, después de haber pasado ya por el Norte y el Este, pero aquí el refranero tiene su lugar y a Bieito le ha ocurrido que «quien mucho abarca, poco aprieta».

Crítica realizada por Ismael Lomana

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