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29.10.2018 Críticas  
Orlinski, una voz de otro mundo

El recital del joven contratenor polaco Jakub Józef Orlinski que se realizó hace unas semanas dentro del ciclo LIFE Victoria 2018, fue un auténtico lujo. Junto a él, al piano, su compatriota Michal Biel galardonado como Mejor Pianista en Le Gran Prix de l’Ópera en Bucarest. No es frecuente poder escuchar un registro vocal tan especial.

El contratenor, ganador de importantes galardones a ambos lados del Atlántico como el Metropolitan Opera National Council, se entregó a fondo desde el primer instante, con «Inumano fratel… Stille amare», del Tolomeo de Händel: una difícil aria en la que brilló tanto por su cristalina delicadeza en los agudos como por un vibrato elegante, control absoluto del fiato y crescendos llenos de carácter.

Después Orlinski presentó con soltura y simpatía las siguientes obras de Purcell (compositor que también era contratenor): «Music for a while», seguida de «If music be the food of love», cuyas coloraturas barrocas contrastan con una introducción de piano casi moderna y dramáticos graves de contralto. El aria «What power art thou» (de la ópera King Arthur), a pesar de su excesivo stacatto, permitió al contratenor brillar en unos impresionantes crescendos, concluyendo con la animada y elegante oda nobiliaria «Strike the Viol».

Con la chanson lírica de Reynaldo Hahn pasamos al siglo XX: en primer lugar «À Chloris», intimista y amable, con ecos similares a Pachebel en el piano. Las armoniosas disonancias de «Mai» y de «Paysage», que casi recordaban a Debussy o incluso al jazz, demostraron la perfecta compenetración entre el pianista Biel y el solista Orlinski, que hizo gala de una afinación exquisita y un expresivo vibrato. El pianista brilló de nuevo en las alegres «Fêtes galantes» y «L`Heure exquise», que el contratenor interpretó con deliciosa picardía y agilidad vocal.

La segunda parte se centró en el Lied del Romanticismo: especialmente, obras de Karol Szymanowski basadas en canciones populares de Polonia. Las disonancias cálidas de «Lecioly Zórazie» («Las Grullas») adquieren ritmo y amenaza en «Wysla burzycka» («Viene una tormenta»), y contrastan con la calma de «Uwoz mamo» («Piénsalo bien, madre»), en la que la voz de Orlinski se derrama en originales glisados al hablar del flujo del agua. La dramática «U jeziorecka» («Allá, a la orilla del lago») resultó, en cambio, más convencional.

El Lied finalizó con cuatro sonetos de Shakespeare traducidos al polaco, de Tadeusz Baird. El soneto 23 (cuyo título se podría traducir como «Oh, aprende a leer lo que el amor silencioso ha escrito») hizo destacar la voz solista, acompañada por un piano veloz, difícil y paradójicamente sobrio. Voz e instrumento se combinaron con más calma y cálida delicadeza en los sonetos 91, 56 y 97 («Teniéndote, de todo el orgullo de los hombres presumo», «Dulce amor» y «Como un invierno mi ausencia ha sido»), con pasajes de especial fuerza dramática en el último de ellos.

El programa del concierto se acercó a su fin con la surrealista «Otoño», de Pawel Lukaszewski: voz e instrumento descendieron velozmente desde difíciles notas discordantes, se reunieron en valles de calidez más clásica y pronto volvieron a juguetear con disonancias experimentales de extraña belleza, arrancando merecidos aplausos. Y la pieza final fue un retorno a Händel: el rítmico «Agitato da fiere tempeste», lleno de coloraturas ágiles que pianista y contratenor acometieron con refrescante alegría. Un broche de oro que ganó otra merecida ovación del público.

Pero esto no fue todo: Orlinski y Biel agradecieron el cariño con dos canciones más, fuera de programa, como si fueran inmunes al cansancio. En el aria de Vivaldi «Vedrò con mio diletto», el cantante combinó su prodigioso fiato y sus habituales agudos dulces con una sorpresa: alguna nota aislada de contralto grave o de tenor. Y el regalo final fue una primicia mundial: «Alla gente a Dio diletta», de la ópera de Nicola Fago Il Faraone sommerso, el primer tema de su próximo disco Anima Sacra, que salió a la venta el pasado 26 de Octubre.

La velada concluyó con un brindis para todos los asistentes, durante el cual el público pudo conversar y pedir autógrafos a los artistas. Dos jóvenes alegres, amables y, sobre todo, que irradian amor por su trabajo. Es un privilegio disfrutar con ellos.

Crítica realizada por Nieves Gálvez

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