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29.10.2018 Críticas  
El juego de la lógica absurda

El 13 y 14 de octubre, el emperador romano más despiadado de todos los tiempos tomó el Teatro Guimerá como parte de la programación que ofrece el Festival de Tenerife. Calígula, protagonizada por Pablo Derqui y dirigida por Mario Gas, dejó atónito a todo aquel que pudo asistir.

Obra escrita por Albert Camus, y parte del ciclo del absurdo, narra el descenso por el camino hacia la locura por el que anduvo Cayo César. La historia habla de un joven, que tras la muerte de su abuelo, Tiberio, recibe la posición y títulos de este. Si bien en un principio era un emperador ingenuo y gentil, fácilmente influenciable por los patriarcas, un suceso traumático (que según el dramaturgo fue causado por la muerte de Drusila, su hermana y amante), le hace traspasar los límites de la cordura. Es a partir de este punto en el que empezamos a ver a un Calígula completamente diferente; un déspota carente de todo principio moral o límite de cualquier clase.

Dar vida a este personaje supone un reto de gran envergadura para un actor por el nivel de entrega que exige. No sabría decir si Pablo Derqui está hecho a la medida del personaje o el personaje a la medida del actor. Pero lo que sí puedo afirmar es que Calígula se reencarnó en Derqui. La pasión de su interpretación transmitió la agonía que atormenta al Emperador, a tal grado, que los presentes fuimos hasta cierto punto compañeros en su caída al abismo. La aportación realizada por Bernat Quintana al papel de Escipión; el joven poeta, íntimo amigo de Calígula a quien admira y respeta a pesar de su transformación, es también digna de mención.

El premiado director y actor Mario Gas supo armonizar un decorado minimalista con una excelente puesta en escena y sobresaliente interpretación por parte del elenco. Llama la atención como Antonio Belart opta por un vestuario moderno para una obra de estilo clásico, sin que este hecho genere un conflicto contextual.

La temática del poder, de una fútil búsqueda de un retorcido ideal de felicidad y de cómo el amor es irrelevante en dicha búsqueda, se reflejan a lo largo de toda la obra y se aprecia en la nueva mentalidad que adopta Calígula; llegando incluso a asemejarse o hasta a ponerse por encima de los dioses y desembocando en un final trágico a manos de aquellos que puso en su contra. La verdad que extraemos es que la libertad absoluta, aquella que no respeta ninguna moral o ética, acaba siendo perniciosa para uno mismo y para todos aquellos que nos rodean, y ni siquiera alcanzándola, lograremos poseer la Luna.

Crítica realizada por Darnell González

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