La Sala Versus Glòries estrena temporada con la adaptación de un éxito reciente de Broadway. Quina feinada! es el resultado del retorno a la dirección teatral de Ventura Pons, que para la ocasión cuenta con un electrizante Roger Pera. Un intérprete sobre el que recae el peso, aquí convertido en placer, de desdoblarse en multitud de personajes.
Un reto que se salda con éxito incontestable por parte de todos los implicados. La pieza original se estrenó en 1999, entonces en el Off-Broadway y con el fantástico Mark Setlock como protagonista. Ya en 2016, Jesse Tyler Ferguson retomó el rol cosechando un triunfo considerable. Si bien es cierto que el compromiso y capacidad del intérprete elegido son requerimiento indispensable, no lo es menos que la necesidad de una versión en la que el público pueda reconocerse es igualmente importante. En este sentido, Pons ha realizado un trabajo más que notable. Acercándonos y llevando a escena el que podría ser el mundo del actor convertido en personaje. Constantes guiños a su labor en el mundo del doblaje, incluso otros relacionados con su familia (no desvelaremos más para no caer en el spolier) y modificando algunos personajes del original para llegar más rápido y mejor al imaginario colectivo del público.
Pera adopta una impostura vocal y pose cómica distinta para cada personaje sin olvidarse en ningún momento de construir una identidad propia y un desarrollo del principal. Hilando realmente muy fino, brilla con su propio protagonista: Roger. No solo dota de verdad sino de humanidad a este actor ignorado en búsqueda de su oportunidad y que finalmente demuestra que también sabe enseñar los dientes. Un único intérprete «fully committed» en el escenario y una única voz. Llegando a plasmar en todas las conversaciones tanto al emisor como al receptor de la llamada. Caracterización vocal instantánea, a veces ayudándose de la gestualidad y el movimiento corporal. Una tarea asumida y desempeñada a la perfección. Con esfuerzo, generosidad y con una una necesidad de compartir la juerga con los espectadores, que observamos y acompañamos con indisimulado y orgulloso deleite a un artista cuya energía y capacidad para dotar de un ritmo frenético a la función no decae ni un solo instante.
Una interpretación que nunca imita a ninguno de sus predecesores en el personaje. Porque no lo necesita y porque su recorrido es lo suficientemente amplio para no hacerlo. Además, la versión de Pons no lo permite. El director sabe extraer lo menor del actor y juntos nos brindan una propuesta efervescente y humana. Muy bien reflejado el esnobismo o petulancia de esta clientela pudiente y en muchos casos absurda a través de la elección del menú (lo de menos) o la ubicación de la mesa (lo de más). También de la descripción de los platos. El momento en que Roger debe traducir el imposible menú para un cliente es francamente desternillante. Y así, instante a instante, se va construyendo una función muy bien tramada que se convierte en una muestra de la validez dramática de la comedia situacional.
Jordi Bulbena ha diseñado una escenografía que parece situarnos en un sótano, muy bien adecuada a la doble gradería de la sala y aprovechando todas las posibilidades del espacio de un modo totalmente inclusivo, convirtiendo a la sala en el recinto idóneo para esta representación. Una aportación más para este título que, de paso, muestra con bastante elocuencia el clasismo y elitismo exacerbado de nuestra sociedad de consumo.
Finalmente, lo que en escena es una fría noche de invierno se convierte en una calurosa, enternecedora y muy divertida velada teatral. Quina feinada! nos reúne con un director escénico que ha sabido servir al original y al mismo tiempo acercarlo y ofrecerlo a un protagonista que se muestra ante todos nosotros con arrojo y afinidad, emocionándose y consiguiendo que los espectadores también lo hagamos. No es ningún secreto que Roger Pera es un actor capaz y relevante y aquí aprovecha el regalo que se le brinda y lo comparte mostrando una exquisita vis cómica que (gracias a la ayuda de la versión de Pons) llega incluso a emocionarnos.
Crítica realizada por Fernando Solla