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01.10.2018 Críticas  
Josep-Ramon Olivé triunfa con Mompou en el primer recital LIFE 2018

El LIFE Victoria 2018 arranca con un recital a cargo del barítono Josep-Ramon Olivé, primer español ganador de la medalla de oro de la londinense Guildhall School, acompañado al piano por el escocés Malcolm Martineau; pianista residente de esta edición del certamen. El entorno, la espectacular sala Domènech i Montaner del Recinto Modernista del Hospital de Sant Pau.

Antes, no obstante, nos esperaban algunas sorpresas. La primera, realmente inesperada, la proyección de una grabación de Victoria de los Ángeles interpretando “Damunt de tu, només les flors” de Frederic Mompou, con el propio Mompou al piano; el mismo piano que se encontraba ante nosotros para acompañar los recitales. La segunda, ya prevista, un primer recital dentro del programa “New Talents”, a cargo del tenor Eduard Mas Bacardit y la pianista Marta Puig. Juntos, interpretaron las Quatre Melodies de Mompou, donde la voz de Mas se abovedó llenando el espacio, y las cinco Banalités de Francis Poulenc sobre textos de Apollinaire: compuesto en 1940, este ciclo muestra un lied modernizado, con toques de chanson como en el tema “Hotel”. Puig y Mas despuntaron en particular al seguir el ritmo desbocado de “Fagnes de Wallonie”.

Tras un descanso, comenzó el segundo recital. Es interesante el contraste entre la voz de tenor de Eduard Mas y la de barítono de Josep-Ramón Olivé. Esa particular extensión entre los agudos y los graves sentaron muy bien a los fúnebres tonos de Schubert para “Du liebst mich nicht” (No me quieres), la evocación pensativa de “Daß sie hier gewessen” (Ella ha estado aquí) o el éxtasis divino de “Du bist die Ruh” (Tú eres la paz) que estalla finalmente en ese “allein erhellt” que evoca, antes de mencionarla, una luz cegadora y una entrega sin tapujos.

Después le tocó el turno al enigmático ciclo Le promenoir des deux amants de Claude Debussy y a dos de sus Ariettes oubliées con letra de Paul Verlaine. Olivé y Martineau (siempre interesante este pianista, que interpreta con su rostro las canciones que toca), se entregaron luego a los siete Calligrammes (1948) de Poulenc de nuevo sobre Apollinaire, donde la forma es tan importante como el fondo: así, se deslizaron velozmente por “Mutation”, evocaron las gotas de lluvia en la dramática “Il pleut” y afrontaron de cara la casi surrealista “Aussi bien que les cigales” (Tan bien como las cigarras).

La cumbre de la noche, sin embargo, estuvo en Mompou y su ciclo Combat del somni: aunque Olivé insufló a todas las piezas de la velada la emotividad que pedía cada segmento (y en la brevedad del lied, eso exige a veces una mutabilidad rápida), en este ciclo de cinco canciones con letra de Josep Janés supo articular perfectamente el paso desde la idealización femenina hasta la separación de la figura de la mujer amada de las trabas de esas ideas, una mujer completa y finalmente ilimitada. La voz y el piano nos recordaron de nuevo que el lied traza una línea que une a Mompou tanto con la tradición del XVIII como con la paleta común con sus coetáneos (Granados, Montsalvatge), y que prosigue hasta Stephen Sondheim o Albert Guinovart.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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