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19.09.2018 Críticas  
¿Qué quieres ser de mayor?

La novel y muy prolífica Almudena Ramírez-Pantanella llega a la Sala Mirador con el texto que le valió en el 2015 el Premio de Teatro Calderón de la Barca para dramaturgos noveles. Los amos del mundo, es un drama con toques de comedia, que nos hace bucear en el valor que cada uno de nosotros le damos a la vida, la muerte, el dinero, el trabajo y la familia.

Miguel, camino de unas prácticas en un banco, conoce en el Metro a una chica que ameniza la espera del tren con una deprimente canción, entonada con un ukelele. Este fortuito encuentro hace que se replantee su vida tal como es y como se planteaba que iba a ser y decide embarcarse en la carrera de DJ inventor de un nuevo sonido, la Arritmia. Su compañero de piso, su madre, su padre y el perro de estos, asisten consternación al cambio de rumbo de una vida que parecía bien direccionada y que ahora ha descarrilado.

Si la primera versión del proyecto fue una lectura dramatizada, comandada por Verónica Forqué, y el pasado año la primera escena de Los amos del mundo fue una pieza de microteatro, la versión ¿definitiva? que llega a la Sala Mirador es un ambicioso montaje con una atractiva escenografía de Javier Ruiz de Alegría que me transportó por momentos a la extinta sala Kubik Fabrik. La ubicación de los personajes en escena, el movimiento de los mismos, y una trabajada química actoral a manos de la misma autora, Almudena, son las grandes bazas de este proyecto.

La descuadrada proyección de fragmentos literarios tras los personajes, en varios momentos de la escena, y ciertas transiciones descompensan el ritmo de un montaje muy inteligente, pero de una gran ambición, que quizás, con esta grandilocuencia gravitatoria, hace que ciertas escenas supongan un lastre. Los encuentros de Miguel (Alfredo Noval) y su madre (Pilar Matas) con los acentos sonoros cada vez que se pronuncia ese título, son los que le aportan valor a Los amos del mundo, mientras que las dos escenas en el tejado con Quelo (Christian Cánovas) son de un contenido tan cannábico que ralentizan y desconciertan. La química inicial de la chica del tren (Elena Diego) con Miguel, y su posterior Esperanza, se pierde en el fulgor de los fuegos artificiales que ambientan su noche juntos; al igual que la mitad de la intervención de Ángel Savín, como borracho, por ese fallo que no se subsana de la proyección.

Muy buenas ideas y una correcta ejecución dan a Los amos del mundo el aprobado en esta nueva trayectoria del montaje, pero el mensaje que Almudena Ramírez-Pantanella nos quiere transmitir cae en ese agujero negro del centro del escenario, dejando una sensación de agridulce en cuanto a que el resultado obtenido es inversamente proporcional a la valía del proyecto o las expectativas que de él se puedan tener. Deseo que la nueva aventura esta misma temporada en el CDN con «Quirófano«, sea la consagración definitiva de una voz novel a la que seguir de cerca.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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