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12.09.2018 Críticas  
FIRATÀRREGA (IV): El espacio íntimo y el compartido (ambos públicos)

Cuarta y última jornada en FiraTàrrega 2018. Una edición que recordaremos tanto por ser la última de Jordi Duran como director artístico, tras ocho años liderando desde el puesto, como por la consecución de esa relectura del espacio público, lema transversal de toda la programación. En nuestro caso, el trayecto lo han marcado Ohtli de D’Jade y The Tzpar (L’Espera) de Hui Basa.

Con Ohtli hemos compartido camino con una cercana y afectuosa Claudia Lizeth. Una espectáculo itinerante cuyo título sería la traducción de camino. Y menudo camino. A nosotros nos ha servido para unir el tercer y el cuarto día, ya que hemos elegido la función de las 00:00h. Un camino que nos permite liberarnos de cualquier carga de nuestra rutina. Un ritual colectivo que, como el río, nace y muere donde nosotros queramos. Y sí, Claudia, qué bonita te has mostrado durante todo el recorrido. Y qué bien lo has organizado todo. En ningún momento tendremos la sensación de que había algo preparado y este es el gran éxito de la propuesta. El intérprete como guía y anfitrión. Que lejos de situarse en un lugar jerárquico o autocomplaciente transmite su experiencia e incluso la vive y comparte con la audiencia. Persuadiendo y despertando algo que quizá estaba dormido o ni siquiera sabíamos que éramos capaces de concebir.

Rituales propios de una cultura que asimilaremos como propios, extrayendo los beneficios anímicos que nos pueden ofrecer. Una ópera prima con una capacidad evocadora y poética que nos ha robado el corazón. Una pausa en el camino con el que replantearnos lo que realmente importa. La integración del entorno en este universo en el que lo onírico nos embarga a través de lo que vemos y lo que oímos. Una escucha hacia afuera pero también hacia adentro. Hacia nosotros y hacia los que nos precedieron. Oportunidad para exteriorizar y canalizar nuestra necesidad de expresar lo que quedó por decir a quien ya no forma parte del mundo tangible. Un camino y sendero que convierte la pieza en una ofrenda, sinuoso como el río Ondara pero también como nuestro tejido sentimental. Esta vez el trayecto es tanto individual como compartido y, por supuesto, a la vista. Público.

En algún momento teníamos que parar. 50 compañías nacionales e internacionales. 37 países y 5 continentes. Nosotros hemos reincidido especialmente en México. Con The Tzpar (L’Espera) no hemos vivido tanto una despedida como un retorno. Al espacio común y compartido. Lali Álvarez y Pau Matas han creado una dramaturgia muy especial que nos ha emocionado y que ha convertido el espacio de Les Sitges en un refugio en el que la amenaza y el cobijo se intercalaban o intercambiaban en cuestión de segundos. Cómo gestionamos el miedo en un contexto conflictivo y en el que la violencia puede destrozarlo todo. Un espectáculo muy arriesgado y que inventa una lengua propia con una fonética que bebe de muchas y de la que solo se evidenciarán algunas palabras en concreto, siempre claves para que los personajes se expresen. En este sentido, el trabajo de Sasha Agranov (que también ha compuesto una magnífica banda sonora), Jorge Albuerne, Lola Gonzalez, Alba Saez y David Teixidó es excelente, destacando los dos últimos en su expresividad y dominio corporal y, especialmente, al desempeñar la estupenda coreografía de Quim Bigas.

El punto fuerte de la propuesta es la fusión de disciplinas que comparten un mismo núcleo dramático y cómo sus intérpretes las implementan e incluyen en sus trabajos. También el uso del espacio interior y exterior al recinto de la representación y la composición del espacio sonoro de Pau Matas y Tute Salazar. Vivencia y supervivencia. La inclusión del público es algo especialmente bien trabajado y aunque es cierto que esta conexión se va difuminando levemente durante el desarrollo de la propuesta para dar pase al desenlace de lo que se nos está explicado, el impacto provocado no hace más que aumentar, así como nuestra sensación de desamparo. Quedarse en el lugar que ha ocupado el otro sea quizá la manera más inmediata de empatizar, algo que se consigue completamente. Un trabajo sensacional que debería tener larga vida y retomarse mucho y muchas veces más allá de las 6 funciones realizadas. Esperamos que así sea.

Finalmente, no podemos estar más satisfechos con lo vivido en esta edición. Y parece que no somos los únicos, ya que FiraTàrrega 2018 ha cerrado con alrededor del 96% de ocupación en los espectáculos de pago. Desde aquí queremos felicitar y agradecer efusivamente a Jordi Duran por este colofón y por toda su trayectoria como director artístico. No solo ha conseguido que le acompañemos en esta relectura del espacio público sino que nos ha ayudado a configurar nuestra mirada, interacción y manera de entender las artes escénicas. En cualquier espacio, pero sobretodo en este que ahora es público, ya sea íntimo o compartido.

¡Hasta el año que viene!

Crítica realizada por Fernando Solla

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