novedades
 SEARCH   
 
 

03.08.2018 Críticas  
Amor y droga de la verdad

¿Realmente quieres saberlo todo de tu pareja? ¿Todo, todo? Si la respuesta es sí, sólo puedes conseguirlo echándole suero de la verdad en la bebida. O eso creen las protagonistas de Burundanga (el final de una banda): el clásico de enredo que lleva la sitcom al Teatro Lara desde hace ocho temporadas. Humor blanco con una gota de ironía en el centro de Madrid.

La exitosa comedia escrita por Jordi Galcerán y dirigida por Gabriel Olivares es algo similar a mezclar series como Friends o Siete vidas con aquel programa de humor de ETB titulado Vaya semanita. El cóctel da como resultado la cara inocente de un humor que no deja de demostrar que se pueden integrar temas serios y de actualidad dentro de una comedia sin herir sensibilidades. Y es que el autor de Burundanga se atreve a integrar al terrorismo como contexto de su obra sobre los líos de cinco personajes en una situación surrealista.

Un salón algo kitsch de cocina abierta es la escenografía estática en la que viven dos estudiantes: Berta (Ruth Núñez) que acaba de descubrir que está embarazada y su pija y peculiar compañera de piso Silvia (Tusti de las Heras). Empujada por Silvia, Berta decide sacarle la verdad a su novio (Bart Santana) a base de droga. Lo que va a descubrir es que la quiere mucho… y además es miembro de una banda armada. A partir de aquí todo se complica. Desmayos, un amigo que viene de visita (Guillermo Sanjuán), cervezas dopadas y un señor trajeado retenido contra su voluntad (Iñaki Guevara) completan el cuadro.

El tratamiento es amable y el contenido se centra en las reacciones de los personajes ante la evolución de una trama sencilla que huye de cualquier tipo de humor corrosivo. Eso sí, una vez fuera del teatro el espectador puede darle unas cuantas vueltas a la cabeza pensando que hace no tanto tiempo una comedia de este corte, aunque fuera sutil, probablemente hubiera sido un escándalo. Hoy la cosa ha cambiado incluso desde el estreno de la obra, que aún entonces sufrió críticas en este sentido. El tiempo y el público hizo que se entendiera el verdadero fin de Burundanga: tejer un diálogo repleto de gags con un ingrediente arriesgado que provocara sorpresa, multiplicara la comicidad y a la vez generase empatía.

Hay que decir que el reparto es rotatorio. Al igual que pasa en el musical La llamada, otro hit del Teatro Lara actualmente en cartel, en función del día que se acuda a ver la obra se pueden encontrar diferentes nombres encarnando a los personajes de Burundanga. En este caso, del grupo formado por Núñez, de las Heras, Santana, Sanjuán y Guevara destaca Tusti de las Heras con su tipificado personaje. La actriz aprovecha al máximo tanto expresividad corporal como una forma de hablar muy característica que hace reír pero también complica su dicción. El resto de energías del elenco están equilibradas y sortean algunos problemas puntuales de proyección de la voz de Bart Santana e Iñaki Guevara. Todos se mueven por la escena desarrollando una acción cómica sin pretensiones.

Llama la atención en el apartado técnico una transición entre escenas que representa cómo pasan las horas de una noche de nervios. La luz se baja y todo se mueve a cámara rápida, incluidos los personajes. No solo se entiende bien el efecto sino que, sumado a la música, le da al conjunto el carácter inequívoco de comedia de situación ligera. No hay más momentos para que se luzca la iluminación puesto que todo se baña de una luz blanca y uniforme. Burundanga utiliza este aire a producto audiovisual grabado en directo para hacer una rápida declaración de intenciones. Luego solo le queda centrarse en esos diálogos rápidos de vodevil rebajado que dejan una sonrisa en el espectador.

Burundanga (el final de una banda) es otro éxito en la programación del Teatro Lara que parece conocer la fórmula para llenar siempre, hasta en el asfixiante verano madrileño.

Crítica realizada por Raquel Loredo

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES