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01.08.2018 Críticas  
Un espectáculo Brutal en el Poliorama

Tras un éxito incomparable en la sala pequeña del TNC donde vendieron todas las entradas antes de empezar funciones, La importància de ser Frank se transfirió, el pasado 5 de julio, al Teatre Poliorama para convertirse en una de las obras del verano barcelonés. Una obra divertida, fresca y cuya importancia de un nombre no es tema baladí.

David Selvas dirige y nos presenta una obra que relata, y retrata, de forma ácida la hipocresía social. Una comedia divertida, excéntrica en sus personajes e historia y perfecta cuya belleza onírica se impregna en las cuatro paredes de la casa donde transcurre la mayor parte de la acción.

Dice su director, David Selvas, que “Oscar Wilde escribió un texto perfecto lleno de sabiduría dramatúrgica e inteligencia vital. Con sus replicas desacomplejadas hace que la verdad explote en la cara de los espectadores que se sienten constantemente interpelados” y tiene total certeza con ello. La importància de ser Frank es un texto ágil, fresco e impactante. Con una visual muy “La la land” llena de colores vivos en un entorno kitsch, un texto punzante y mágico, y un ambiente positivamente extraño; La importància de ser Frank hace que desde el minuto de inicio enganche al espectador. La Brutal hace honor a su nombre para traernos un espectáculo de los más perfectos que hemos podido disfrutar este verano.

La importància de ser Frank trata una multitud de temas, entre ellos: el amor, el deseo, los orígenes, el compromiso, la hipocresía, la identidad y la libertad. Un amor idealizado e irreal, un deseo extrañamente sensual por un nombre y por la novedad, los orígenes ocultos de sus personajes que trazarán un hilo argumental de lo más alocado, el compromiso a un futuro irreal pero con condiciones, la hipocresía de la clase social alta, la búsqueda de la identidad y la libertad de vivir la vida que quieran vivir; aunque esta vida no sea real y esté solo en tu mente. Gracias a todos estos temas, la dicotomía intrínseca que prevalece en el escenario es: ¿Cuáles son nuestros límites? ¿Hasta dónde estoy dispuesto/a a dar mi brazo a torcer? ¿Soy como quiero ser o soy solo una versión creada de mi mismo sin libertad? ¿Nos auto-censuramos?

La dirección de David Selvas es precisa y acotada. La elegancia de la presentación, la agilidad en las respuestas cómicas, la exageración del personaje llevada al extremo (rozando los límites de la credibilidad y sobrepasándola para mostrar el mundo irreal en la cabeza de los personajes) son trazos en la obra que debemos alabar y que enganchan al presentador.

Como enganchan las interpretaciones de los actores y actrices de la obra. El mínimo personaje, el que menos presencia tiene en la obra, tiene un papel importante que no puedes dejar escapar. Todo es importante (no solo llamarse Frank) y hay que estar atento a todo lo que ocurre en el escenario. Incluido al irreal narrador que hace su aparición en dos escasos momentos de la obra en los que no sabes dónde mirar para localizarlo. Así, hemos de destacar la interpretación redonda de Jaume Madaula, David Verdaguer y Norbert Martínez. Pero sobretodo, alabar las interpretaciones del elenco femenino, quienes llevan sus personajes al extremo: Paula Malia y Paula Jornet (quien también es la compositora musical) obsesionadas con sus Frank. El buen hacer y sequedad imprescindible del personaje de Mia Esteve y la fantástica e esencial Laura Conejero quien eleva el (des)orden de la obra convirtiéndose en el punto de inflexión de las decisiones a tomar. Su elegancia y el aparentar es un caramelo para la vista y el oído del respetable. De ahí que, con escasas apariciones, se lleve al público y sus aplausos de calle.

El vestuario de Maria Armengol es fantástico. Recordándonos a esos modelitos coloristas de los años 60 – 70 de una familia de bien aparentar. El vestuario resalta aún más en una escenografía resolutiva y sencilla de Jose Novoa que cambia de un piso en la ciudad a una casa en el campo donde, posiblemente, hay más plantas dentro que en todas las hectáreas colindantes. Un cambio que nos resulta más acogedor que el gran y soso piso del inicio y del que debemos destacar su transformación en un par de minutos por parte del mismo elenco. Por último, el sonido de Lucas Ariel Vallejos es perfecto. No hay fallo posible en una escena tan bien creada; tanto que incluso notamos el cambio de ubicación de la acción con una precisión ínfima. ¡Bravo! Lo mismo ocurre con la iluminación de Mingo Albir. Pasando de un piso frío y casi sin luz solar de la ciudad a un cálido y glorioso oasis en el campo cuya total iluminación es casi natural. Y sobretodo, recordar la música del espectáculo musical creada por la misma actriz de la compañía, Paula Jornet, quién nos anima durante todo el espectáculo.

Así, en honor a su nombre, la compañía de La importància de ser Frank hace un espectáculo brutal y redondo en el Teatre Poliorama que nadie debería perderse.

Crítica realizada por Norman Marsà

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