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01.08.2018 Críticas  
El poder de la educación

Todos los viernes podemos disfrutar de Tiza en los Teatros Luchana de Madrid, una comedia de Susana Prieto y Lea Vélez dirigida por Blanca Oteyza que habla de educación, colegios públicos y privados, padres y madres, profesores, amor, desamor, frustración… y, sobre todo, de un pobre niño que no pronuncia la “r” y tiene la mala suerte de llamarse Roberto Revuelta Romo.

Por un lado, nos encontramos con un matrimonio, interpretado por Cayetana Oteyza y Marcos Orengo, que busca el mejor colegio para su único hijo y, por otro, con las dificultades a las que se enfrentan dos profesores con un método pedagógico muy diferente, Clara Galán y Álvaro Sotos.

Tiza nos presenta situaciones a veces no tan cómicas que dan lugar a una brillante comedia con la que profesores y padres van a sentirse identificados de un modo u otro. No se trata únicamente de una crítica al sistema educativo, también es una crítica a la sociedad que convierte la educación en un bien de consumo en lugar de un bien de inversión. Precisamente esto es una de las cosas que más me gusta de la obra: su capacidad de llegar dentro de los espectadores y no dejar indiferente a nadie. La educación es cosa de dos y Tiza nos habla de la transcendencia que tiene la relación entre la familia y la escuela, y admirablemente lo hace con un cuidado sentido del humor que no resta ni un ápice de importancia al tema. Al revés, hace que no perdamos interés en ningún momento y que sigamos dándole vueltas a todo lo que hemos presenciado cuando ya hemos salido del teatro. Los actores y actrices refuerzan el mensaje de la obra con su gran trabajo, se nota su talento y su deseo de transmitir. Con su tono de voz, sus movimientos y sus emociones transfieren una reflexión sustanciosa sobre la educación.

Nada más entrar al teatro, mientras los asistentes nos acomodamos en las butacas, podemos ver la escenografía compuesta por una pizarra que utilizan en determinados momentos y una mesa acompañada de varias sillas que los propios actores mueven de un lugar a otro en función de lo que se está representando. Es una original puesta en escena en la que los personajes nunca desaparecen del todo, cuando acaban de interpretar su número se retiran a un lado al ritmo de la música –llevándose su silla- y esperan su turno para incorporarse. Cambios de escena al ritmo de «Another brick in the wall» de Pink Floyd acompañados de otro punto fuerte de la obra: la iluminación, cuyo papel es importantísimo a la hora de llevarnos a los espectadores de un lugar a otro de la casa a la escuela y viceversa. Y ¡lo consigue!. Además, al estar los actores presentes en todo momento, la obra posee un punto de originalidad y cercanía que se traduce en un ritmo sin caídas que sostiene la obra de principio a fin.

En definitiva, Tiza es una muy buena obra que en muy poco espacio logra trasmitir mucho gracias al brillante trabajo de todos los que forman parte. “¡We don´t need no education!”

Crítica realizada por Patricia Moreno

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