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30.07.2018 Críticas  
Todos somos Blakes

Mario Gas pone su grano de arena en el Grec Festival de Barcelona 2018, importando la versión escrita por Ernest Riera de Humans, de Stephen Karam, joven y reconocido dramaturgo de Pensilvania, al Teatre Romea de Barcelona.

La historia es la de una familia de clase media cualquiera que, si bien es americana de origen irlandés, podría ser de muchas otras partes del mundo. Unos individuos que se resquebrajan interiormente, pero que desean aparentar normalidad; que buscan en la familia el equilibrio que les falta pero, que ni en ese lugar, a veces se puede encontrar.

Los Blake se han juntado para la cena de Acción de Gracias por primera vez fuera de la casa familiar que los padres tienen en Pensilvania, para celebrarla en el pequeño y viejo apartamento de la Brigid en Chinatown (Nueva York), al que se acaba de mudar con su pareja Richard con quien aún no está casada, lo que le generará ciertas incomodidades con su madre. Lo mismo que el hecho de no conseguir un trabajo como compositora que ella misma no se acaba de perdonar. Su hermana Aimée ha triunfado más a nivel laboral, pero en el aspecto de las relaciones amorosas parece que no le va tan bien. Y los padres, a medida que pase la noche, también tendrán secretos que desvelar. El círculo se cierra con la generación más antigua presente, que es “Momo”, la abuela, quien a día de hoy ha perdido la cabeza y va en silla de ruedas.

Todo lo que aparentemente suena a drama ha sido tratado por Karam con tono de comedia para compensar algunas de las miserias que en el primer mundo nos tocan vivir. Y dándole voz a una de esas familias cualquiera, nos metemos hasta en el baño de los Blake y a sus situaciones familiares que se nos hacen tan comunes a todos.

Mario Gas ha elegido a un elenco de lujo para representar a la familia. Maife Gil es la abuela, Jordi Bosch y Lluïsa Castell son Erik y Deirdre Blake, los padres. Miranda Gas y Jordi Andújar, son los anfitriones y Candela Serrat es Aimée. Esta es una obra coral y una de los aspectos más destacables de ella es que todo pasa simultáneamente. Todos los actores están siempre en escena (la obra es de un solo acto), prácticamente todo el tiempo excepto algún minuto que están en el baño o en el ascensor. Y todos están participando todo el tiempo, estén en la parte superior de la casa o en la inferior. Por lo que se generan conversaciones paralelas en muchos momentos, que Gas ha sabido dirigir sabiamente para que no resulten en diálogos caóticos, sino que suenen espontáneos pero bien coordinados. La naturalidad también en la interpretación es otro de los puntos a favor de Humans. Todos ellos, pero con especial énfasis en Jordi Bosch como Erik Blake, el padre de la familia, consiguen apoderarse de los personajes y las diferentes tesituras por las que han de pasar durante los 100 minutos de función. Y todos tienen que aplicar una vis cómica y una un tanto dramática en sus interpretaciones, que compensan con equilibrio personalmente y como conjunto.

La escenografía es otra de las partes importantes en Humans. Conseguir replicar un apartamento dúplex en un estado algo deteriorado y dar espacio para que todos los actores puedan tener su lugar siempre, es un trabajo que ha llevado a cabo de forma impecable Jon Berrondo. Posiblemente, materializar el espacio escénico sea uno de los elementos que más atraen de Humans, por lo que felicitamos a Berrondo, a Pascualín y Arts-cenics por ese gran trabajo en la parte técnica.

Humans es una historia con la que todos podemos sentirnos identificados de una manera u otra, con algún personaje u otro. Todos. Si no es por el propio fracaso laboral, es por un desamor, o por la grave situación inmobiliaria que se ha vivido durante la crisis, o por la tristeza de tener que ver la decadencia de nuestros mayores cuando se convierten en dependientes o de como la rutina destroza nuestras relaciones. No se salva nadie. Así que por esa parte, Humans está triunfando seguro. Aún y así, hay una parte de la obra que nos deja impasibles, neutrales. Posiblemente, eso venga desde el libreto original. Te da la sensación toda la obra a que tiene que pasar algo que al final no pasa. Y aunque sí pasan cosas, la sensación de queríamos algo más nos queda cuando se baja el telón.

No obstante, como decíamos, es una obra en la que prácticamente todo el público que vaya a verla va a simpatizar. Eso es, sin duda, gracias a esos personajes y a la dirección de Mario Gas en esta versión. Y eso es lo que el público agradecido va a encontrar en el Romea cuando vaya a ver Humans.

Crítica realizada por Diana Limones

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