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30.07.2018 Críticas  
El poder de la mentira

En pleno ecuador del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, Filoctetes llega entre gran expectación por representarse por primera vez en este templo de las artes, y por su suculento equipo: Jordi Casanovas, Pedro Casablanc, Félix Gómez y el tándem Viyuela; Pepe y Samuel. Fraternidad, honor, y mentira, son los grandes temas de este drama clásico.

Situando la acción en un futuro próximo, en la isla de Lemnos, Ulises (Pepe Viyuela) desembarca en busca de Filoctetes (Pedro Casablanc), para arrebatarle el arco de Hércules, preciada arma que intentará conseguir a través de Neoptólemo (Félix Gómez), hijo de Aquiles, al que, rozando el abuso de autoridad, fuerza a que embauque al enfermo y así consigan sin violencia, el mítico arco.

Filoctetes es un texto muy poco representado de Sófocles, que ha permitido a Jordi Casanovas escribir una versión con la libertad de que no existen referentes sobre los que sostenerse o comparar. Antonio Simón, a la dirección, tiene la tarea de que esta historia que no ha tenido un gran público, sea memorable y añadamos a nuestra cultura general este spin-off de la Ilíada, con muchos de sus personajes, y otros más que gravitan en ese universo.

Este desconocido drama de Sófocles, al igual que ocurre en la actualidad con el universo Marvel, es una historia más de ese mundo mitológico, entre la leyenda y la realidad, sobre el que se ha cimentado nuestra civilización y la literatura, en general. Casanovas ha versionado este anexo histórico sobre un hombre que lo tuvo todo, y que una enfermedad y muy poca compasión, le alejaron del mundo, para ser desterrado a una isla con la única compañía de su dolor, y su brillante pasado. Pedro Casablanc aborda la interpretación de este náufrago forzoso desde el inestable terreno de la parodia, el histrionismo, y el drama; arenas movedizas que desconciertan a las cáveas y entre las que se intuyen atisbos de carcajadas, que resultan impostadas. Y tal es la actitud de Félix Gómez sobre las tablas, las que bien conoce por el privilegio de haber abordado siempre proyectos en los que se le concede un protagonismo estelar. Neoptólemo es el protagonista accidental de este drama, pero su dilema moral se alarga durante las diez secciones en las que se divide Filoctetes, cuando su resolución es tremendamente imprevisible.

Pepe Viyuela, correcto Ulises, frío Ulises, desvirtuado Ulises; vemos una cara del personaje histórico nada extendida, y que podría acercarse más a una actitud real, de un héroe que llegó donde llegó con no muy buenas artes. Samuel Viyuela es un testigo mudo de Filoctetes, y solo ve pasar la función delante de sus ojos; es leve y anecdótica su intervención, que roza la figuración estelar mas que el papel secundario. Gran oportunidad perdida para otorgar frescura al conjunto con un actor que ya ha demostrado en más de una ocasión que de casta le viene al galgo.

Mención especial merece el coro, cuyo papel queda difuminado, confuso, y alejado en demasía del objetivo. Al igual que ocurre con Samuel Viyuela, el elemento del coro, si pretendía ser una ejercicio de respeto al formato de este teatro clásico, con su inclusión, su deambular por la escena, y sus secciones, no llegan al público.

Paco Azorín contaba con el 75% de su trabajo escenográfico ya hecho, y el 25% restante es efectivo, sencillo, e irrelevante. Como las videoproyecciones de Pedro Chamizo, que podrían haber sido una puesta en valor del proyecto, y se pierden en la magnificencia de la esculturalidad del Teatro Romano; nada ha sido elaborado para ese espacio, salvo las dedicadas a la cubierta del barco. Asumo que la vida que le queda al montaje en otros entornos, agradecerá la “planicie” escénica para que brillen.

Filoctetes es una simple historia de amistad y lealtad, que sienta como un aperitivo (al gusto del universo Marvel); uno espera la continuación de ese final abierto en el próximo festival, allá donde dejamos a los protagonistas.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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