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18.07.2018 Críticas  
Shenzhen denuncia con trampas

Este Grec 2018, Roberto Romei dirige a Sandra Monclús en una obra unipersonal, Shenzhen significa infern, que denuncia mediante al acoso a una serie de trabajadores chinos que pueden ascender o ser despedidos, los ataques, invasiones y menosprecios que toda la clase obrera acepta de las mega-empresas.

Preguntas en blanco y negro, asesinas de matices, anuladoras de la complejidad, reductoras del individuo a datos inapelables.

Se trata de una traducción al catalán, a cargo de Carles Fernández Giua, de una obra italiana escrita en 2015 por Stefano Massini (Dona no reeducable, Lehman Trilogy) como su última colaboración con el Teatro delle Donne. Sandra Monclús tiene la difícil tarea de manejar un monólogo que sigue los esquemas del diálogo, excepto que los cuatro operarios a los que examina no existen, y solo escuchamos su mitad de la conversación. Alternativamente se muestra profesional, afectuosa, comprensiva, artera o altanera, pero si una personalidad engloba con más fuerza toda su interpretación de este personaje sofista, es la de presentadora de concurso. Concretamente, la de El rival más débil.

En el montaje italiano original, estos operarios se representaban con cuatro sillas vacías, cada una con un número. En el montaje del Teatre Tantarantana, Romei ha optado por subir al público al escenario, rodeando por los cuatro costados a la protagonista, que se dirige a cada lado del cuadrilátero de espectadores en función del operario al que interroga. Esto produce, de entrada, desconcierto: la examinadora hace preguntas que no sabemos si debemos responder y buscamos cuando nos lo dicen folios bajo nuestras sillas que no se encuentran allí. Tardamos unos minutos en entender que no es ese tipo de espectáculo. Y está bien: pero tras esa opción inicial englobadora que integra al público en el espectáculo y le interpela, y un texto que trata de hacer que se vea de alguna manera reflejado, la ruptura y el distanciamiento consiguen que nos involucremos menos en la historia.

Otro problema para que el mensaje de Shenzhen llegue a puerto estriba en las trampas a las que recurre: las cuatro víctimas del interrogatorio tienen graves carencias, emocionales o experienciales, que permiten que la entrevistadora tenga siempre la sartén por el mango. No se trata solo de que ella les humille: todos vienen ya erosionados de casa (o demasiado nuevos), demasiado como para considerar que eso que nos explica pueda aplicarse de manera generalista al trato de las grandes empresas hacia sus trabajadores.

Hay un punto brechtiano en la idea que subyace a esta obra, y desde luego que pone sobre la mesa una cuestión candente e importante. Pero, ¿está bien presentada? ¿No acaba cayendo en maniqueísmos? ¿Acaba de manera relevante? No es la mejor obra de Massini, y algunas de las decisiones de Romei la lastran un poco más. Nos quedamos con la interpretación de Monclús, que si pone la pieza en pie el suficiente número de veces puede acabar convirtiéndola en un instrumento mucho más útil que en este punto de partida.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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