novedades
 SEARCH   
 
 

13.07.2018 Críticas  
La culpa fue de Verdi

Recta final del ciclo #Imparables de Nave 73, y llega este El año que se rompió mi corazón de Íñigo Guardamino con dirección de Pablo Martínez Bravo. La crisis del SIDA, la cerrazón de ciudades de provincia, y una familia encajando el golpe en la puerta de un hijo al abandonar ese ambiente malsano y opresor tras confesar que es “uno de esos”.

Sonia (Rut Santamaría) y Miguel (Rodrigo Sáenz de Heredia) siempre han criado a sus hijos (Felix Sandoval y Carlos López) en la rectitud y el buen camino que inculcan el credo cristiano y los colegios de pago. Cuando tras una discusión, el mayor (Sandoval) anuncia su homosexualidad y decide romper con todo para desarrollar su propia identidad, el mundo para sus padres y su hermano Willy (López), cada uno de ellos emprende su propia búsqueda para encontrar su lugar en el mundo, apoyándose en amigas o nuevas compañeras de trabajo (Cristina Bertol) o en el cura del pueblo.

Tras “Castigo Ejemplar Yeah!” y “Este es un país libre (…)” , este texto de Guardamino mantiene la agilidad y dinamismo de sus diálogos y esas frases lapidarias y humor negro que le caracterizan. Este El año que se rompió mi corazónMartínez Bravo ha optado por iluminar y llenar de (demasiado) optimismo.

Sáenz de Heredia, habitual del teatro de Guardamino, borda el papel de padre, e hilarante es su incursión en el mundo de los invertidos en El Colibrí Azul. Santamaría es una madre que podría participar en una nueva temporada de Paquita Salas; caricaturesca e histriónica, pero correcta. Carlos López y Cristina Bertol, tienen unas intervenciones que lastran el ritmo del proyecto, y cuyas tramas flojean ante el poderío de los desatados padres. Felix Sandoval, protagonista invisible, como a su madre le hubiese gustado que se mantuviese, se pasea con garbo por la escena, apoyando a los personajes y echándose en falta mayor protagonismo a ese Alfonso, compañero de la mili del padre, en Zamora, cuyo cenit pierde toda la intensidad dramática que se precisa.

Pablo Martínez Bravo cae en el buenismo de un bonito cuento de (no) Navidad, con un bonito mensaje que llevarnos a casa, aparte de un buen rato de risas, preciosos desnudos, y frases para el recuerdo. Esta temporada nos vamos a “hartar” de Guardamino en la temporada teatral, y este prólogo de Pablo es un bonito comienzo para un gran año que le espera a este autor.

Crítica realizada por Ismael Lomana

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES