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06.07.2018 Críticas  
Coraje entre cuatro paredes

En Madrid se puede disfrutar de una propuesta muy interesante que se sale del teatro convencional gracias al céntrico Microteatro por dinero en el que podemos conmovernos con La entrega, un viaje al pasado escrito y dirigido por Arantzazu Ruiz.

Existe un espacio, que no debería perderse ningún aficionado al teatro ni tampoco aquellos que aún no se han iniciado en el mundo de la representación, muy bien organizado en el que dramaturgos, actores y directores exponen su trabajo en alguna de las seis salas existentes y en tan sólo unos minutos, teniendo como espectadores y espectadoras a grupos reducidos de máximo 15 personas.

En concreto voy a hablar sobre lo que se representa en la sala 3. La entrega, obra escrita y dirigida por Arantzazu Ruiz, nos cuenta una historia sobrecogedora de superación que la autora dedica a sus abuelos. Como ella misma indica: «a una señora que realmente sabía lo que era el amor incondicional y a una España que sufrió y vivió en la miseria durante años, de forma injusta.»

La entrega trata la historia de Amalio y Herminia. Cuando Amalio se fue con “la salvaje esa” embarazada; las mujeres del pueblo dejaron de hablar a Consuelo, los hombres ya no bebían en su bar y la venta casi cierra. Esta noche, Herminia y Amalio han vuelto. Traen con ellos suciedad, hambre y a su hija.

Un punto a favor de esta obra es que está basada en hechos reales con testimonios de personas que lucharon firmemente por aquello en lo que creían y por lo que amaban mientras veían como su país, inmenso en una terrible guerra, iba devastándose lentamente como también lo hacían sus vidas. El valor de esta función reside en la fuerza de hacer memoria, narrar el pasado y recordar un conflicto que se pretende dejar en el olvido. Una historia de amor, de supervivencia, de solidaridad, de dolor… que llega emocionalmente a todos los que estamos allí sentados, en esos pocos metros cuadrados, gracias a la implicación de los tres actores con sus respectivos personajes.

Sobresaliente el trabajo del grupo actoral al completo, Dana Cáceres, Aina De Cos y Adrià Olay demostrando una gran concentración y logrando transmitir, en esas situaciones tan dramáticas, lo que sienten incluso con el silencio; sin texto de por medio y solo con sus gestos. Gran mérito de la directora que le saca, a cada uno, lo mejor de sí mismo.

Durante los 12 minutos que dura la función, el ritmo es rápido, trepidante y no decae en ningún momento. Las conversaciones se cruzan continuamente y los actores se desplazan, sin tregua, por la pequeña sala en la que estamos todos mientras hacen uso de algunos elementos que componen la sobria escenografía de espacio único totalmente acorde con lo que se está narrando.

Un sitio inolvidable, una historia conmovedora, tres magníficas interpretaciones y una brillante dirección. Una de las grandes citas para este verano que nadie debe perderse. Un espectáculo sobrecogedor, hermoso y necesario.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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