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04.07.2018 Críticas  
Atreverse a reconstruir un descampado

Una gossa en un descampat se convierte en uno de los ‘must’ de este Grec 2018. La Sala Beckett tiene como autora residente esta temporada a Clàudia Cedó, quien ha escrito este texto y que entrega a Sergi Belbel para que realice la dirección. “La gossa” (como ha empezado a llamarse en redes) creo que no va a traer ninguna pena y sí muchas alegrías.

Basándose en una experiencia personal (lo cual ya le suma muchos puntos, por la conexión emocional que uno percibe), la Cedó nos cuenta la historia de una pareja que espero un hijo, pero que por complicaciones durante el embarazo, tiene que dar a luz un niño muerto. Así, como un puñal clavado, arranca la obra. El resto se compone de los retazos de recuerdos de Júlia, desde que decidieron ella y Pau ir a buscar un bebé hasta el momento de verlo nacer muerto. Sin orden cronológico, dando saltos entre lo que pasaba en realidad y lo que había en la mente de Júlia, y como poco a poco se ve enfrentando a sus peores miedos, se teje esta obra que es puro teatro de principio a fin.

Solo Júlia y su otro yo, su alter ego descarado y libre mantienen todo el tiempo el mismo personaje. Se ha contado en esta ocasión con dos jóvenes actrices, muy actuales en el panorama del teatro catalán, para que las representen. María Rodríguez y Vicky Luengo irán alternando entre estos dos papeles en cada función, para jugar con ese desdoblamiento de la protagonista. Al resto del elenco les toca dos, tres y hasta cuatro diferentes personajes y, sin embargo, en ningún momento el espectador se pierde o deja de identificarlo. Escena tras escena, se hila esta historia donde ya se sabe el final desde el principio y que no por eso deja de tener a la platea en vilo y totalmente imbuida durante los 90 minutos de función.

Una de las claves del éxito de Una gossa en un descampat radica en el uso moderado pero inteligente de la comedia al tratar de algo tan sumamente duro como es la muerte. Y no la muerte de cualquiera. La muerte de un bebé. Sin esos puntos cómicos, tan bien traídos, que rompen el intenso ambiente doloroso que se respira en toda la obra, hubiera sido un texto aún más difícil de digerir. En este caso, Sergi Belbel ha sabido jugar con ese humor y presentarlo de forma muy elegante sobre el escenario. También ha sabido dirigir todo el conjunto de actores de forma excelente para que fluyan y comulguen entre sí, consiguiendo que conecten entre ellos y con el público, especialmente al romper la cuarta pared en múltiples ocasiones para invitar al espectador a entrar aún más en el mundo de Júlia.

Maria Rodríguez y Vicky Luengo están exquisitas e impecables. Las dos. Ambas han hecho suyas las palabras de Cedó y han querido contarlas de forma presencial, ante las tablas, dejándose la piel en cada escena. Las dos ríen, lloran, sufren y se enfrentan a algo tan duro como perder a un hijo. Y la credibilidad de sus personajes (siendo totalmente distintos) les merece a ellas (bueno, a todos) la ovación y el levantamiento de todo (sí, todo) el público el día del estreno. Pep Ambròs, quien con su gesto serio e impenetrable juega a caballo entre el padre de la criatura y la sombra que acecha la vida de Júlia, nos deja un registro en un acertado segundo plano pero que se convierte en imprescindible durante toda la obra. Y Xavi Ricart, Anna Barrachina y Queralt Casasayas son el perfecto apoyo y, a la vez, el contrapunto cómico de esta dura historia que demuestran su buen hacer sobre las tablas creando unos personajes realmente entrañables.

El otro artífice del éxito es la escenografía. Leer que está encargada a Max Glaenzel ya te da un alto porcentaje de seguridad de que uno va a ver un espacio escénico de calidad. Glaenzel juega con el oscuro descampado lleno de aparentes deshechos en la mente de Júlia y sabe convertirlo físicamente en un lugar mágico y agradable en el que habitar. Y la forma en que lo hace es preciosa. Belbel, de nuevo, ha sabido elegir bien para que el trabajo final quede redondo.

No queda mucho más por decir, a excepción de que vayan a verla. Vayan y rían. Vayan y lloren. Vayan y aplaudan un trabajo en el que hay mucho cariño y superación. Vayan a ver Una gossa en un descampat, que la tienen en la Beckett de Barcelona hasta el 29 de julio. Y si les gusta mucho el teatro, disfruten del divertido juego semántico entre Pau y Júlia en su viaje a Arizona.

Crítica realizada por Diana Limones

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