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15.06.2018 Críticas  
No aplastes la crisálida

La Sala Lola Membrives del Teatro Lara se transforma en un ring de boxeo donde un hombre luchará por algo más que un combate. El protagonista de Como un Guante es un hombre que tendrá que tomar la decisión más importante de su vida, una decisión nada fácil, en la que entran en juego muchos factores. Esa será su lucha y el público será testigo.

Un texto complejo a la vez que necesario. Cuatro autores han puesto su pincelada para una interesante historia de visibilidad. José Luis Sixto, que a la vez dirige el montaje. Marcelo Soto, Adryen Mehdi, que protagoniza la función y Nacho Redondo que encarna el papel de Moi, el maestro de ceremonias de un cabaret.

La escenografía firmada por David Pizarro convierte el escenario en el lugar de entrenamiento de André. Un aspirante a boxeador en el que Rulo, su tosco entrenador, tiene todas las esperanzas puestas. André es un joven tenaz, intuimos que su vida no ha sido fácil y que en el boxeo ha encontrado su escapatoria y su sentido a la vida. Ángel Savín es Rulo, un hombre duro, rudo, malhablado, con todos los tópicos que se le pueden atribuir a un experimentado entrenador de boxeo. Ángel, a nivel de interpretación es un lujo. Su personaje transita de la rudeza a su ternura mal expresada. En el fondo se descubre un hombre que se viste de rudeza y agresividad, pero que esconde un cariño inmenso por André, que le quiere proteger a toda costa.

Adryen Mehdi es André, el protagonista que se debate entre seguir un futuro prometedor como boxeador o luchar por ser quien de verdad es. Esa lucha interna le llevará a tener que tomar decisiones irrevocables, decisiones en las que está en juego no solo su felicidad, sino su identidad. André es un hombre que sufre, que necesita salir a la luz, es esa crisálida que nadie debe aplastar. Su amigo Moi, interpretado de manera brillante por Nacho Redondo, es su contrapunto. Un amigo al que imaginamos enamorado pero respetuoso. Un amigo que le quiere con locura y que busca la felicidad de su amigo. Moi se gana la vida como maestro de ceremonias en un cabaret. No es la vida que él deseaba, pero mientras llega su momento se esfuerza por seguir adelante con optimismo. Gracias a la escenografía, el ring pasa a ser el escenario del cabaret, y podemos ver a Moi en su salsa. El camerino de Moi será donde André decidirá luchar por algo más que un combate de boxeo.

Es difícil contar más de Como un Guante sin hacer spoiler. La función, de una duración ajustada y un ritmo acertado, convence y conmueve. Mucho tienen que ver ahí tanto el texto casi poético, como acertados momentos musicales, con canciones que acentúan sin pasarse la emoción. Una decisión como la que tiene que tomar André no es fácil y en la obra se sufre esa disyuntiva. Los pros y los contras, el miedo a un futuro incierto. Rulo y Moi que se desviven pon André pero que tiran en direcciones opuestas, pero con cariño sincero. Y André que tendrá que decidir antes de que sea demasiado tarde.

Sale uno de Como un Guante, pensativo, incluso tocado. Hay mucha emoción y verdad en la historia, frases que acarician el corazón, y momentos duros y necesarios. El viaje de André no es un viaje de placer. Es un pasaje sin retorno, con un peaje alto pero tan inevitable como necesario. Como un Guante es un teatro necesario, que hace visible una realidad que ha estado demasiado tiempo oculta. Acérquense al ring y salgan a luchar por la crisálida.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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