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01.06.2018 Críticas  
Seductora y electrizante creación de personajes

La Gleva Teatre estrena el segundo texto en solitario de Concha Milla. Interiors es una nueva inmersión en el mundo de la pareja aunque esta vez el cuestionamiento girará más en torno a la valentía y sinceridad de cada uno de los integrantes hacia su propia persona. Una puesta en escena acogedora y naturalista con interpretaciones tan adecuadas como chispeantes.

En esta ocasión no se utilizará, salvo en situaciones muy puntuales, la citación fílmica aunque sí parece haberse asimilado en la dramaturgia cómo la ficción cinematográfica ha configurado nuestra manera de entender con cierto idealismo el mundo en general (y el de la pareja en concreto). Lo vimos en “Refraccions” y aunque las dos obras son independientes entre sí, retomar esa educación sentimental y la colisión contra la realidad afectiva con la que nos obsequió la dramaturga la temporada pasada resulta muy esclarecedor. También está muy bien reflejado cómo modificamos ciertos hábitos o costumbres al cambiar de pareja, precisamente a partir de esos referentes cinematográficos compartidos antaño que, ahora, preferimos dejar del lado.

Se mantiene la asimilación dramática a partir de los elementos propios de la ficción cinematográfica. También la superación teatral a partir de estos mismos elementos. Se nombrará a Woody Allen a través de los personaje de Àgata y Hugo y, por supuesto, de la elección del título. También la necesidad de distanciarse del referente para encontrar una voz propia que probablemente nos lleve de vuelta a él. La estructura narrativa hace un muy buen uso de los saltos temporales y el retorno a las mismas situaciones pero a través del punto de vista de otro personaje o cuando ya tenemos más información. No es una repetición sino una oportunidad para retomar las riendas de su vida. Para que cada uno aparezca en un momento concreto del desarrollo del otro y a la vez todos puedan explicarse, encontrar respuestas o senderos posibles y así comprenderse algo mejor. Al recorrido de los personajes se une el de la propia dramaturga con respecto a su obra.

Este desarrollo narrativo no lineal y a partir de la construcción de los personajes es tan seductor como redondo. Como espectadores pasaremos de la actitud contemplativa inicial a la implicación progresiva y total. Milla ha realizado un trabajo muy emocionante que nos gustaría incluir (o si no existe acuñar) dentro del “théâtre vérité”. En primer lugar, porque resume en dos palabras lo que consigue con sus trabajos, especialmente con Interiors. De algún modo, calmado y reflexivo, hay una cierta actitud reaccionaria hacia estos patrones románticos e ilusorios. También, libertad para delimitar una estructura narrativa tan realista como subjetiva, fiel a un estilo propio, sensible y eminentemente expresivo. Aquí no serán los cánones o lugares prototípicos los que delimitarán a los personajes, sino que éstos reaccionarán y acotarán la historia a su manera, según sus necesidades.

Se rechaza lo artificioso. No todo tiene que pasar por un porqué externo a los personajes. Aunque no se expliquen de modo tradicional la presencia de las escenas y las situaciones, éstas estarán ahí porque Sara, Àgata, Simó y Hugo necesitan vivirlas. Personas que son eso, personas, y no tienen por qué andar siempre explicándolo todo. Gran hallazgo y muy buena introducción de personajes que no aparecen en escena pero cuya presencia se sumará a la de los cuatro, como la del bodeguero. Como Woody, Milla mira también a Bergman y Róhmer. Suspiros que son escenas y después historias. Así se ha entendido la escenografía y el vestuario, que firma La Simone, compañía que se estrena con Interiors. El diseño de luces de Quim Otero nos conduce de un momento a otro de los personajes, marcando especialmente el punto de vista de Sara. También de un lugar a otro. De la terraza exterior al interior de los cuatro. Las piezas de ropa ayudan a caracterizarlos muy bien según y reforzando la actitud mostrada. La selección musical (magnífica tanto por su fuerza evocadora como estética) y el diseño de sonido terminan de redondear la visión de Milla.

Del trabajo con (y de) los intérpretes depende que todo lo expuesto hasta aquí se ejecute con éxito y es de justicia resaltar la labor de los cuatro. La comicidad bien entendida y vehiculada a través de la construcción dramática de los mismos está muy presente. Pero la emoción que provoca ver cómo se dan pie y se escuchan los unos a los otros lo embarga todo. Cada uno marcará un recorrido propio para sí mismo a la vez que intervendrá decisivamente en el del resto. Así son las relaciones humanas y así lo plasman ellos. José Pedro García Balada crea un personaje que calla más de lo que dice pero que lo expresa todo con su mirada, de la crispación a la rabia pasando por la ruptura casi silenciosa. Alejandro Bordanove no sólo transmite la frescura y espontaneidad que la juventud de su personaje representa, sino que consigue convertirse en embajador de esa teatralidad en la que Milla indaga a través de la superación referencial cinematográfica. Los momentos que ambos propician juntos a los personajes femeninos son excelentes.

Y la chispas saltan con Muguet Franc y Patrícia Mendoza. Y entre los cuatro. La primera construye a su personaje a partir de una cierta contención inicial hasta un maravilloso (y precioso) estallido final. Ese dejarse ir que consigue plasmar a través de una actitud, mirada y ademán que mudan progresivamente de la perplejidad e inmovilidad hacia la sonrisa y liberación incitadas a tiempo real es espectacular. Y la segunda vivirá también su estallido en escena de un modo tan asombroso como conmovedor. Patrícia transmite esa actitud vital y apresurada de un modo cautivador. Su manera de mostrar las inseguridades a través de la mirada y de la naturalización de las réplicas es total, siempre efusiva y cariñosa. Cada gesto está ahí por algo, cada caída de ojos también. Un movimiento escénico seductor e incitador cuando toca y siempre exquisito. Dos maneras opuestas (según los requerimientos de cada personaje) de soltarse la melena. Arrebatadoras y electrizantes creaciones que nos dejan con los ojos abiertos como platos.

Sin duda, una obra plagada de detalles y que mantiene una fantástica alineación entre todos los integrantes de una compañía que con Interiors consigue entusiasmarnos.

Crítica realizada por Fernando Solla

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