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18.05.2018 Críticas  
La ópera imposible

Se podría calificar de acontecimiento histórico el estreno en el Teatro Real de Madrid de la única ópera de Bernd Alois Zimmermann. Die Soldaten es un artefacto operístico pocas veces representado por la enorme complejidad escénica y musical que conlleva. Una ópera difícil, angustiante, sobrecogedora. En manos de Calixto Bieito un derroche apabullante que ahoga al espectador.

Las premisas para representar esta historia de fracaso, humillación, vejaciones y tormentos son claras. Zimmermann quería que el espectador se viera rodeado de impulsos, de música dolorosa, que la acción le acongojara. Para esta descomunal ópera se requiere una orquesta de cien músicos, percusiones imposibles, un amplio elenco y un coro. Todos estos requisitos indispensables han hecho que Die Soldaten se gane el título de ópera irrepresentable. Son pocas veces en la historia en las que se puede “disfrutar” de este mastodonte. El Teatro Real se atreve a sacudirnos.

El Real nos recibe con una inmensa proyección de una niña de una belleza pura, ojos azules y sonrisa inocente. En el entreacto esa imagen será la de una rata en putrefacción. Die Soldaten cuenta la historia de Marie, una pobre muchacha que sueña con escalar en la sociedad. Esa escalada la llevará a los fondos más bajos. Todas sus equivocadas decisiones, su ambición, sus sueños serán pesadilla. Acabará siendo violada, vejada. Será la prostituta de los soldados (Die Soldaten) Ni su padre la reconocerá.

La historia de Marie no es fácil de seguir. La estructura de la obra avanza y retrocede, juega al flashback. Las imágenes en las pantallas que rodean a los espectadores, escenas que se suceden en diferentes planos provocan cierta confusión. Pero la degradación de los personajes es palpable.

Calixto ha colocado a los cien componentes de la orquesta en un gran andamiaje en escena. Plataformas que suben y bajan con el coro. La orquesta y su director vestidos de soldados. Los cantantes en el proscenio, entrando y saliendo entre el público. Desconcierto al servicio del público. Un primer acto más contenido para sacar toda la artillería escénica de sangre, sexo y destrucción en el segundo. Hasta las paredes del Real se resienten (literalmente) Esto en el plano escénico, donde Calixto ha impuesto su sello personal que a mí me agrada y bastante. En el plano musical Die Soldaten es un ejercicio imposible. Melodías imprevistas que Pablo Heras-Casado dirige con gran maestría. Ha reconocido él mismo que es uno de los trabajos más complejos de su carrera. A nivel interpretativo hay momentos sobrecogedores, poner voz y frases a esas melodías es un trabajo titánico. La descomposición de los personajes es brutal y requiere de unos intérpretes que se dejen las tripas en escena. Susanne Elmark como Marie se lleva una merecidísima ovación.

Todo es apabullante en este montaje, que deduzco provocará más de un abucheo. A pesar de la grandilocuencia y el derroche a veces peca de exageración. Condensar todas las imágenes poderosas y desgarradas en el último cuarto de hora provoca desde el asombro a la carcajada. El momento martillazos a las paredes del Real es entre maravilloso y disparatado. El cubo de sangre lo hemos visto ya muchas veces pero no deja de ser un recurso visualmente impactante.

Todo rezuma exceso, pero un exceso casi magnético, que nos obliga a releer la historia en la que Zimmermann basó su única ópera, un poema del alemán Jakob Lenz. Si en el poema queda algún atisbo de luz, en la ópera solo hay putrefacción y horror. Un plato indigesto, que sabemos que nos sentará mal, pero que no podemos dejar de devorar. Un hito memorable en el bicentenario del Teatro Real.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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