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10.05.2018 Críticas  
La imposible cuadratura del amor

Llega al Teatro Kamikaze lo nuevo de Miguel del Arco. Ilusiones es un texto del joven autor ruso Ivan Viripaev que juega con dos parejas casi octogenarias, que en sus últimos días de vida recordaran sus vivencias, anécdotas y sobretodo decidirán si el amor debe ser correspondido o no, o si todo ha sido una ilusión. Un montaje con destellos y alguna decisión confusa.

Una rica escenografía, cargada de detalles, una de las más bellas que ha pasado por el Kamikaze, firmada por Eduardo Moreno. Una iluminación mágica de Juanjo Llorens que es casi un personaje más y que realza las ilusiones de los personajes. Cuatro actores que se presentan como narradores de una historia que no es la suya. Un constante juego de narrativa, directos al público nos contarán la historia de dos parejas ya mayores, que en sus últimos días de vida confesaran cosas nunca dichas, reflexionaran sobre si el amor verdadero necesita ser correspondido, si se puede amar por el simple hecho de amar sin esperar recibir amor a cambio. Bellas palabras con las que inicia Marta Etura un largo monologo que introduce al primero de los personajes. Poco a poco los actores desgranarán las personalidades de los demás. Su relación entre ellos, algún que otro engaño, y un finísimo sentido del humor.

Además de Marta Etura, en escena están Verónica Ronda, Daniel Grao y Alejandro Jato. Todos correctos, quedándome prendado de la fuerza de Verónica, que magnética es esta actriz y que momentazos teatrales regala. El talante de Daniel es socarrón, causando esa confusión, cuando casi nunca sabemos si lo que está relatando es del todo cierto. Alejandro, a pesar de ser el más joven, mantiene bien el pulso de la narración.

El montaje sorprende con algunas decisiones, el vestuario es una de ellas, no conseguí entender el paso de los trajes oscuros a la ropa deportiva, me descolocó profundamente, así como ese interludio musical (maravilloso por cierto) pero chocante en cuanto a motivo. Toda la función discurre con ritmo, si bien el largo monólogo inicial impacienta y rezuma demasiada dulzura. Esperamos el puñetazo, la ilusión, esta llega en los últimos minutos del montaje, donde parece que la emoción se concentra y ahí recolocamos las piezas de lo que acabamos de ver. La parte central, esa sucesión de vivencias comunes de los cuatro integrantes de las dos parejas lastra todo el montaje, y en algunas de ellas desconectamos por completo. Es un texto extraño, quizá necesita un segundo visionado para escarbar en una capa más profunda que se me escapó en el estreno.

Cierto que en manos de Miguel del Arco, uno de nuestros mejores y más arriesgados directores de teatro, el montaje alza el vuelo en muchos momentos, el movimiento escénico es brillante. Esas butacas desvencijadas que giran son visualmente poderosas, el armario, los nombres escritos a tiza, buen teatro encerrado en un complejo texto. La función debe coger vuelo aún y ritmo. El público del estreno ovacionó la propuesta. Estoy seguro que no defraudará a muchos. Ilusiones es teatro muy distinto a los anteriores de Miguel del Arco, una pirueta teatral que juega con el espectador y que requiere olvidarse de los canones del teatro tradicional. Un juego al que solo pueden arriesgarse los grandes, y el riesgo se agradece, aunque descoloque en muchos momentos. Pero que es el teatro sino un gran juego de Ilusiones donde ir a dejarse sorprender.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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