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10.05.2018 Críticas  
El empoderamiento de una encarnación

El ciclo Dones en Escena del Versus Teatre y el Teatre Gaudí, ha incluido en su programación María Antonieta. Una aproximación libre a partir de la biografía de Stefan Zweig y cartas originales de la protagonista, así como de otros documentos de la época. Un profundísimo ejercicio de creación de personaje que nos mantiene entre absortos y sorprendidos.

Teatro experimental que no es tanto un género sino un modo de entender las artes escénicas y de manifestarse mediante una entrega absoluta hacia el material de partida. Teatro posdramático en el que todas las disciplinas que intervienen forman parte activa en la puesta en escena y aportan forma y significado. La fuerza dramática de la música está muy bien hilvanada con la dramaturgia, usada de modo premonitorio al recibirnos en la sala y como refuerzo catártico en la parte culminante. Jessica Walker sabe incluir todos los factores que intervienen y dota de un ritmo muy particular a la función. Un trabajo que se puede circunscribir dentro de su estilo de investigación pero que aporta varios detalles genuinos que tienen mucho que ver con la labor de Analía Puentes.

Es muy estimulante asistir al trabajo de creación de Puentes. La fusión de dramaturgia e interpretación es algo que requiere toma de distancia sobre el material propio y en este aspecto la capacidad de observación y profundización es muy relevante. Junto a Camilo Zaffora han captado el espíritu de Zweig de un modo particular y fiel al mismo tiempo. El austríaco era capaz de meterse dentro del personaje, independientemente de que éste fuera real o ficticio, y describir el contexto histórico del mismo a partir de su devenir vital. También conseguía una inmersión participativa muy especial por parte del lector. Estas dos premisas son las que han desarrollado Puentes y Zaffora incluyendo también el punto de vista del intérprete frente al objeto de su trabajo.

Hay una definición espacio-temporal muy acertada en María Antonieta. Del mismo modo que el personaje real vivió la abolición de la monarquía a finales del siglo XVIII, la descripción que se hace de la sociedad empobrecida que rodea a este estamento es tan irónica como reflejo de la desigualdad social actual. De este modo, la vigencia tanto del personaje como del espectáculo se valida por sí sola a través de la ficción escenificada. En cuanto a la creación del personaje hay un retrato poliédrico, complejo y que no busca la complicidad gratuita. Un matrimonio político, la llegada a Versalles, una consumación gélida, un romance apasionado y adúltero, el levantamiento popular, el juicio injusto y su muerte en la guillotina. Cómo esto afecta tanto a la monarca como a la mujer.

Qué hay de la primera en la segunda y cómo la última se revela y se reivindica. Cómo se desmonta la educación que adoctrina y adocena, que coarta y encorseta. Cómo se vincula el descrédito al estamento monárquico com el ataque a la mujer es un detalle que traza una línea de lectura tan apasionante como reflejo de la mezquindad de los distintos grupos sociales. Ahora es entonces y al revés. El personaje vivirá hoy en día o nosotros nos trasladaremos a su época. De nuevo la difusión del espacio y el tiempo es una muy lograda seña de identidad de la función. Destacamos por encima de todo el uso de la primera persona y la interpelación directa al público en todo momento.

También la caracterización del personaje. Su desnudez y ese maquillaje alrededor del cuello que anticipa tan funesto destino. La naturalización que realiza Puentes de tan complicada situación escénica es excelente. No ya del hecho de mostrarse desnuda, algo muy acertado y acorde con la propuesta, sino por la capacidad para integrar las artes circenses y ejecutar una difícil aproximación física de un modo que parece ya no fácil sino el único posible. Mantener el tipo y mantener el tono demuestran unas aptitudes muy bien vehiculadas. El contraste con la peluca y la interacción con las pocas piezas de vestuario que aparecen en escena está muy conseguido. La dicción y articulación del texto, migrante en función de los estados por los que transita el personaje suponen un hallazgo que se retroalimenta a las mil maravillas con el texto dramático. La reiteración nunca se usará como muletilla y siempre aportando contenido. La fusión del cuerpo con los elementos de utilería (especialmente la cama) resulta brillante. Un trabajo tan insólito como apasionante.

Finalmente, encontramos en María Antonieta una entrega completa y radical de la actriz hacia el personaje. Cómo nos consigue transmitir su compromiso como intérprete hasta situar el nuestro como espectadores al mismo nivel es algo digno de admirar. Una función capaz de mirar y debatir a través de su discurso tanto contenidos como formatos escénicos y su validez a día de hoy.

Crítica realizada por Fernando Solla

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