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07.05.2018 Críticas  
Inclasificable mezcla

Buscando en internet referencias al Cabaret Du Néant descubro que este fue un cabaret pionero en tematizar la experiencia para el espectador. Asi, el cabaret establecido en el parisino barrio de Montmartre se centró en los temas referentes a la muerte, esqueletos y atmosfera tétrica. Ahora en una de las salas del Palacio de la Prensa se pretende rememorar ese histórico cabaret.

El espectáculo ha sido creado por Pablo Raijenstein, con dramaturgia de Carlos Be. Es difícil en los tiempos que corren sorprender al público. Los talent shows nos han llenado la retina de números espectaculares, bizarros, increíbles y alguno que otro olvidable. La ambientación del espacio no sorprende, cuando quizá la atmosfera debería ser más tétrica si lo que se quiere es impresionar al espectador. El espectáculo consiste en una sucesión de números con más o menos gracia, con un hilo conductor que por mucho que intentemos ver, desaparece por completo.

Centrándonos en los números en sí, el mismo Pablo Raijenstein oficia de maestro de ceremonias con quizá un exceso de protagonismo. Se suceden los números de Hanna Katana, que como su nombre indica, es una maestra en el uso de dicha arma. Una mujer barbuda con una curiosa habilidad para tragar chuchillas de afeitar, y para provocar algún mareo en la sala. Un excelente ventrílocuo, Jaime Figueroa, que consigue las risas del público asistente. Una señorita que tiene por hobby pasearse sobre cristales rotos, y así hasta el escapista, el mentalista y todo lo que un show de estas características requiere.

La intención no queda muy clara, se intuye una idea entre rompedora y original, pero lastrada por lo poco novedoso del conjunto. El público asistente al estreno se divirtió en su justa medida y ojalá los que decidan adentrarse en la recreación del Cabaret du Néant sientan el escalofrío que promete.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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