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04.04.2018 Críticas  
Ser o no ser, esa es la cuestión de Miku

Hace poco más de una semana, l’Auditori de Barcelona programaba durante una sola noche un espectáculo virtual único en el mundo. Keiichiro Shibuya presentaba The End, una ópera virtual interpretada por un personaje virtual, Hatsune Miku, que es un éxito mundial sin precedentes.

Hatsune Mike es un personaje virtual muy querido por el público que hizo su debut en Australia durante el festival OzAsia en 2017 con The End, una ópera sin humanos. Este icono del pop atrae multitudes del tamaño de un estadio en China, Taiwan o Hong Kong. En Japón, su país de origen, es uno de los personajes más seguidos en las redes sociales.

Pero, ¿quién es Miku? Miku (una creación de la compañía japonesa Crypton Future Media), es una niña humanoide de 16 años con coletas color turquesa y vestido corto en blanco y negro. Su estilo, más bien sencillo, nos recuerda a los inicios de las «Harajuku girls». Miku canta usando voces sintetizadas basadas en muestras originalmente tomadas de Saki Fujita, cantante y actriz japonesa. Ella es el personaje principal de The End, un espectáculo multimedia alucinante, creación de Keiichiro Shibuya. Shibuya es también creador del sello musical ATAK; también es pianista, compositor y DJ.

The End trata la comprensión de la vida y la muerte. En la ópera virtual, Miku y un ratón de dibujos animados se plantean el significado de la vida. Junto a esta visita extraña, Miku se aventura a través de paisajes cambiantes en busca de respuestas. Con el paso del tiempo, Miku empieza a adquirir consciencia y aprender cosas por si misma, haciéndola más parecida a un ser humano; evolucionando. Ahí, toma consciencia de lo que es ser mortal y se plantea si puede morir. ¿Quién es este yo? ¿Puedo morir? El final de la ópera queda abierta al espectador en la última canción donde nos deja dubitativos sobre si consigue ser libre. La máxima expresión de la libertad sería que ella muriera, ya que conseguiría ser humana y no la inteligencia artificial que no tiene mortalidad.

The End se basa en la propia experiencia del compositor después de la pérdida de su esposa a causa de su suicidio. Esto lo llevó a cuestionar su comprensión de la vida y la muerte y lo plasmó en la ópera que pudimos disfrutar, donde Miku lucha con su propia identidad al comparar su yo humanoide con la verdadera experiencia humana de la muerte.

Realidad virtual, proyecciones de alto nivel en 4 pantallas, un color inimaginable, luces estroboscópicas, un sonido abrumador por sus altos decibelios y la creación de malestar en forma de ruido de fondo hacen que The End se convierta en una maravilla del siglo XXI y una ópera difícil de digerir por momentos. Un espectáculo que debes ver para entender cómo de avanzada está la tecnología aplicada a la cultura musical.

Crítica realizada por Norman Marsà

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