Las tablas del Teatro Español acogen un título esperado, más por el elenco, con la Machi encabezando el talentoso reparto, que por el texto en sí. Ver a la Machi es siempre cierta garantía, aunque aquí toda la maquinaria actoral y escénica no es suficiente para provocar la repulsión que se supone que la historia debe provocar.
Lautaro Perotti es autor y director de la propuesta. Definida por él mismo como comedia negra de suspense. Complicada definición, ya que es difícil distinguir en el relato la comedia negra. El suspense si está un poco más definido, pues el espectador si desea saber que le ha ocurrido al joven Beltrán durante los más de diez años de desaparición.
Un pueblo en la periferia de una ciudad, una finca rodeada de árboles, fosas y piscinas que se cubrieron tras la desaparición del joven Beltrán, hijo de Olvido, (fantástica elección del nombre del personaje que interpreta Carmen Machi). La hermana de Olvido y su hijo se trasladan a vivir con Olvido para ayudarla a superar la trágica desaparición, hasta que, por sorpresa o no, Beltrán reaparece. Nada sabemos de lo que le ocurrió. Ese hecho hace renacer las bestias dormidas. Descubriremos mentiras tejidas en torno a la desaparición, veremos la certeza de que las mentiras pueden llegar a transformarse en verdades solo a base de repetirlas. Eso es Cronología de las bestias, un relato que pretende ser duro, pero que un desenlace precipitado deja flotando demasiados interrogantes y demasiadas sensaciones sin pulir.
Nada que objetar a la bella escenografía de Mónica Boromello, esa misteriosa casa envuelta de bosque y misterio. Mención especial al vestuario de Sara S. de la Morena, esos jerséis iguales, y esas mangas que parecen camisas de fuerza. El reparto es impecable y consigue momentos de brillante tensión. Carmen Machi campa a sus anchas en un personaje que le viene como anillo al dedo. Pilar Castro borda el papel de hermana con traumas, Patrick Criado, en su primer papel sobre las tablas construye un personaje misterioso. Santi Martín es el primo que sabe más de lo que cuenta y lo solventa con nota. Jorge Kent, como sacerdote oportunista tiene el papel desengrasante y lo cumple.
Todo en la función parece ideado para asestar un buen golpe que deje al espectador noqueado, pero falta el golpe certero, una trama que no termina de estar clara, una serie de acontecimientos que suponemos truculentos, pero que no terminan de ser definidos. Un final acelerado provoca desconcierto. Si bien hay escenas cumbres, la conversación de Olvido con Beltrán es una de ellas, la tensión después de eso se diluye y el interés decae. Hay ganas de saber y la sensación general es de querer más, pero contado de otra manera.
Aun así, es un lujo de reparto, que bien merece acercarse a pasar un rato de buen hacer interpretativo y con buenos ejemplos de cómo es un buen conjunto teatral. Cronología de las bestias, potente nombre que promete más de lo que ofrece.
Crítica realizada por Moisés C. Alabau