novedades
 SEARCH   
 
 

27.03.2018 Críticas  
Hiperestesia (e inteligencia) emocional

La Seca Espai Brossa acoge una propuesta que nos sitúa en plena intemperie. La misma en la que vive la protagonista de esta creación de Roberto G. Alonso y Marc Rosich. Una pieza tan particular como delicada cuya esencia resume a la perfección su título: A mí no me escribió Tennessee Williams (porque no me conocía).

Es muy gratificante como espectador encontrarse ante un espectáculo con semejante factura. Precisamente a través de sus personajes femeninos es como nos imaginamos la personalidad e inquietudes de Tennessee Williams (Brick sería la excepción culminante). Tanto la dramaturgia como la dirección de Rosich dan en la diana. Un texto magnífico que juega con las palabras y subvierte el significado de las frases y sus connotaciones de un modo tan hilarante como profundo. Resulta un verdadero placer dejarse llevar por la verborrea del personaje que, a la vez, lo configura y marca sus señas de identidad. Una búsqueda incesante que disfrutamos tanto y tan intensamente como la explosión final de nuestro mejor acto de onanismo. También sentimos el vacío posterior tras el estallido, algo compartido gracias a la profundidad de la mirada de Alonso.

Su interpretación es colosal. Un trabajo que nos deja boquiabiertos desde el minuto uno. No se trata “únicamente” de resultar cómica, dramática o trágica (conseguido con creces). Por encima de todo, lo que se gana Alonso es nuestra empatía. Una aproximación que trasmite, más que verosimilitud, una sinceridad urgente y compartida. Hablábamos de su mirada, la que no parece tener fondo. Un auténtico despeñadero por donde se precipitan sus sentimientos desahuciados, que ya no tienen cabida en cualquier mundo externo al suyo propio y que la han llevado bajo un puente y a pasearse de barraca en barraca de tiro (bravo aquí para ambos, también para Rosich, ya que han sabido extraer una poética de la sordidez que recoge muy bien el testigo del autor referencial). También su sonrisa, entre ingenua, bondadosa y engatusadora. En esencia (y presencia), una gran actriz trágica se revela ante nosotros.

Hasta ahora no habíamos topado con nadie capaz trascender y dotar de significado al postureo imperante en los tiempos que corren. La genialidad de Alonso es de tal magnitud que deja en bragas (nunca mejor dicho) a cualquier blogger, influencer o lo que sea. Lo suyo es una necesidad, una llamada de auxilio, una reivindicación de sí misma llevada hasta sus últimas consecuencias. Una integración excepcional de texto y coreografía (¡qué finura en los movimientos!, incluso en los más embrutecidos). Una protagonista que se muestra seductora también en sus movimientos y contoneos más eróticos. Una figurinista de lujo, ya que Alonso también firma el vestuario, algo que usa hasta sacarle el mayor partido posible en su interpretación. Su dominio del espacio nos sume en una especie de abismo depresivo, un precipicio y peligroso despeñadero intrínseco. Una capacidad de observación y descripción en los que predomina la hiperestesia e inteligencia emocional.

Y no hay que olvidar el espacio escénico, de iluminación y sonido de Víctor Peralta y Arnau Grande. El traslado a interiores se ha ejecutado con adecuación hacia el contenido, pero también con una sensibilidad estética muy relevante. Los objetos de utilería no tienen desperdicio y la interactividad con las que los muestra y utiliza Alonso son de matrícula.

Finalmente, aplaudimos y celebramos no sólo el desparpajo sino la valentía de los creadores de este espectáculo. Parece que no han puesto techo ni a la imaginación ni a la desmesura en su aproximación a la definición de la identidad del personaje. Ni que decir tiene que el asunto no se reduce a una cuestión de género. A mí no me escribió Tennessee Williams (porque no me conocía) nos sacude también por su carga reivindicativa y cómo ésta se fusiona en la narración. También por su selección musical. Nunca habíamos visto hasta ahora una rabia semejante, tan catártica como liberadora, al lanzar platos contra una pared. A Alonso le va la vida en cada gesto, en cada rotura, en cada añico y en cada triza. Y no las recogeremos sino que se quedarán en el suelo, esparcidas. ¡Sí! Esto también es teatro político.

Crítica realizada por Fernando Solla

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES