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21.03.2018 Críticas  
Conejos que traspasan barreras genéricas

La Sala Atrium abre sus puertas a la compañía Zero10 teatre y nos propone una muy sugerente aproximación a la realidad de tres personajes. Fuga de conills es eso, una inmersión multidisciplinar en la cotidianidad de una actriz, un actor y un DJ. Una visión en apariencia prosaica del día a día que, sin embargo, se transforma en un espectáculo sorprendente.

La dramaturgia de Martina Cabanas Collell nos sitúa en un backstage constante. De entrada pareceremos entrar en una discoteca del Eixample. Nada de lujos sino un espacio abierto y oscuro donde pincha el personaje interpretado por Artur Rodríguez. A partir de ahí dos conejos irrumpirán en escena. ¿Surrealismo o subsistencia? Actores que ejercen de animadores para ganarse la vida y que se (y nos) explicarán sus frustraciones. La fusión de espacios y disciplinas y la selección e interacción musical redondean una función que dice mucho de todos nosotros. Esos que formamos parte de una generación que va viendo que sus sueños no se cumplirán pero ahondan y se sumergen en su propia ridiculez. ¿Acaso se puede hacer otra cosa?

La dirección de intérpretes consigue crear unos personajes que se funden con la figura del actor pero de un modo muy especial. No se trata de querer irnos de fiesta con ellos para vivir esas mismas experiencias sino que podríamos ser nosotros mismos tratando de buscar una alternativa cuando el escudo de la intelectualidad se ha quebrado y nos ha fallado. Drogas, música, qué más da. Tanto Rodríguez como Pau Zabaleta y Maria Cirici transmiten muy bien todas estas sensaciones y realizan un excelente trabajo físico. El tono de su interpretación sabe bascular perfectamente entra la espontaneidad de sus registros y lo alegórico de la puesta en escena. A destacar también la interacción con los escasos objetos escénicos y cómo los usan para recrear los distintos espacios.

El reflejo de la soledad en la que nos encontramos aunque estemos rodeados de gente. La recreación de la sensación del vacío que nos puede envolver hace que sintamos lo que allí sucede de un modo muy íntimo. Éxito y fracaso profesional y cómo creemos que eso condiciona la visión que tienen de nosotros los demás cuando lo único que condiciona es la nuestra. Nuestra propia gestión de la decepción vital. Eso sería Fuga de conills. Hay que decir que tanto la iluminación de Bernat Jansà como el espacio sonoro de Guillermo Mugular consiguen crear el ambiente óptimo para que todo vaya rodado según las intenciones de la propuesta.

No sólo el uso que se hace sino el propio diseño de las piezas de vestuario que transforma a los protagonistas en los conejos que ejecutan las fiestas de animación infantiles podrían despertar un auténtico movimiento fan. El trabajo de Berta Cabanas es tan adecuado como significativo y dota a la función de una estética muy especial que viste con entidad propia a la puesta en escena. Los elementos de atrezzo serán los mínimos para transformar el espacio de Josep Sarsanedas y favorecer la transición de los personajes de un lugar a otro. Muy buen uso de la pantalla a modo de ventana, por ejemplo. Ese vacío en el que todas las (des)ilusones parecen tener cabida.

Finalmente, si por algo nos ha seducido Fuga de conills es por su capacidad para universalizar la situación de un sector y humanizar a los personajes consiguiendo siempre la empatía e identificación del espectador. La aproximación verosímil y espontánea de las interpretaciones en combinación con lo onírico de algunos momentos de la puesta en escena y la transgresora fusión de disciplinas nos mantiene entre absortos y divertidos para, poquito a poco, tocarnos las vísceras con nocturnidad y alevosía.

Crítica realizada por Fernando Solla

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