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20.03.2018 Críticas  
Brindando por las 1000 funciones del deslenguado Moog

Que Toni Moog es uno de los cómicos del momento, lo sabemos todos. Que su lengua viperina va más rápido que su cerebro, también. Que su verborrea llega a tal nivel que nuestro Pepe se escandalizaría, sí señor. Pero que lo que toma cada noche en el escenario puede que no sea whisky o Frenadol; eso, lo que realmente toma, solo lo sabemos los que acudimos a la función 1000.

Toni Moog es un tio con pintas. Pintas de macarra, de deslenguado, de no tener ni idea de lo que dice o hace… pero tras 1000 funciones subido a un escenario haciendo sus propios monólogos, lo que tiene es pinta de éxito. Un éxito labrado por la constancia y la metodología y, sobretodo, por una legión de fans que saben perfectamente lo que van a ver y disfrutar. Un público fiel que lo acompaña en una trayectoria profesional que ni él mismo imaginaba tener. Y eso que ya lleva 11 años de carrera.

La función 1000 de Toni Moog no fue un monólogo al uso. Toni decidió abrir el baúl de los recuerdos (no el de Karina, menos mal) para hablarnos de su vida, de su carrera y de sus inicios como DJ y RRPP en el Moog de Barcelona (de ahí su nombre: Toni el del Moog).

Los inicios de Toni Moog fueron extraños. Como gran parte de la gente que se dedica al espectáculo, llegó por accidente y sin pensarlo demasiado. Una oportunidad ofrecida el jefe del bar donde trabajaba (se ve que estaba harto de escuchar sus bromas constantes), le obligó a subir a un escenario y crear un monólogo increpándole: “O lo haces, o te vas a la calle». La amenaza surgió efecto y de ahí surgió el inicio de su primer trabajo: «Que pum que pam». Frase que todos hemos repetido hasta la saciedad.

Y es que, en sus inicios, Toni parecía no lo tenerlo claro y la confianza sobre su valía provenía de sus allegados. Una vez Toni empezó a asumir que esto de ser monologuista podría funcionar, se metió en un espectáculo a tres bandas junto a Albert Boira y Txabi Franquesa; La cocina de los monólogos. Un espectáculo que casualmente se realizaba en la sala 1 del Club Capitol. En esos días de locura, entre el público, dos personas vieron su potencial. El señor de Balañá, quién le propuso hacer su primer monólogo en solitario en el mismo escenario; y Santi Millán, quién propuso dirigirle en la creación de un nuevo monólogo. Así nació Singles, su primer espectáculo completo que lo llevó al punto de mira de los jeques del monólogo, llegando a pisar el escenario del programa televisivo El club de la comedia; y haciéndole conocido en todo el país. Tras ello llegaron Follamigas, Blanca Navidad, Facemoog o Hollymoog; espectáculo que realiza actualmente en la Sala Pepe Rubianes del Club Capitol.

El aprendizaje fue duro, Santi Millán sudó lo que no estaba escrito. Incluso contaba, que el día del estreno Toni se puso tan nervioso y dubitativo, que se negaba a salir de casa para ir al teatro y enfrentarse a su estreno como monologuista. Cogieron un coche, se presentaron en su casa y lo arrastraron al teatro para iniciar una carrera que parece no tener fin.

Ahora, Toni Moog está más cómodo sobre el escenario. Los años hacen mella y el saber hacer y la disciplina es un grado. Todos sabemos que este tío con pintas es un máquina y sí, es un deslenguado, no tiene filtro, parece que se meta de todo, está más loco que cualquiera de tus colegas cuando sales de fiesta sin límite; pero es que esa es la esencia de Toni Moog. Una esencia que quedó relegada esa noche para mostrar el agradecimiento a su público y compañeros en varias ocasiones. En su función 1000, Toni Moog dio un paso al lado para repartir minutos de éxito a sus compañeros bajo los focos: Alberto Demomento, Miky McPhantom o Gerard Borrell quisieron acompañarle en una función de agradecimiento cuyo final con Hotel Cochambre no esperaba.

No faltó el vídeo de felicitación de varios amigos y el pastel conmemoratorio de la noche pero, como Toni Moog dice: “A mi lo que me importa es el público; la crítica me la sopla». Ver llena la sala le confirma que lo que hace lo hacer bien. Toni, no te preocupes, tu sigue así. En unos años celebraremos las 3000 funciones y ahí, ahí, vamos a montar un festival de esos de “que pum que pam».

Crítica realizada por Norman Marsà

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