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15.03.2018 Críticas  
La (in)utilidad del arte para mostrar la fragilidad humana

La Sala Beckett se transforma en una suerte de artefacto escénico e instalación para acoger Pool (No Water). Una obra de Mark Ravenhill que alcanza su mejor versión posible de la mano de Íntims Produccions y el colectivo artístico VVAA. Tras su paso por FiraTàrrega2017 la pieza goza de un estado de salud tan explosivo como admirable.

Una bomba de relojería. Cuando vimos la obra en septiembre la definimos con una palabra: relevante. Tras unos leves ajustes muy puntuales no sólo mantenemos el adjetivo sino que lo trasladamos a uno mayor: trascendente. La versión colectiva en la que han participado los distintos implicados nos parece muy fiel al espíritu del autor y al significado de la pieza y a la vez muy libre en su aproximación. La traducción a ocho manos de Pau Gener, Chloe Campbell, Elena Martín y Anna Serrano ha conseguido no sólo transmitir lo que dice el texto sino que parezca fruto de la improvisación del momento y sobretodo captar el espíritu y el punto de vista de Ravenhill sobre los distintos temas tratados.

Precisamente, los dos últimos firman también la dramaturgia y dirección de la pieza junto a Marc Salicrú. Un trabajo que parece un comentario de texto escénico del manuscrito del autor. El visionado de este montaje supone una experiencia total. Por supuesto, que lo que escribió Ravenhill puede interpretarse desde varios prismas pero el recorrido aquí sabe cómo mostrar, evidenciar o aludir a todos sus capas de un modo impresionante. Y, algo más difícil todavía. Con Pool (No Water) el autor realizó el que quizá fue su acto más incendiario hasta la fecha y es cargarse todo lo defendido en su ideario para valorar a través de su obra la posibilidad de una vida convencional. Una vez trascendida la necesidad de manifestarse a través del arte y de significarse como especímenes miembros de la élite de los creadores de (y sin) sentido o significado. Y aquí todo esto se plasma de un modo tan incisivo como poco convencional.

Las interpretaciones que nos gustaron (y mucho) en FiraTàrrega2017 nos han entusiasmado en esta ocasión. Allí nos pareció que aunque totalmente entregadas había un tono uniforme entre varios intérpretes. Ni por asomo. Cada uno parece haber desarrollo e interiorizado el texto (complejo a rabiar) y se acerca a los personajes de un modo particular aunque perfectamente integrado en el colectivo. Ahora sí que ese viaje de la ilusión al dolor y a la rabia, de la incomprensión a la asimilación y de la renuncia a la aceptación que apuntaron entonces es completo. La naturalización de la opulencia y del posicionamiento extremo que encontramos en la pieza es completa. Isaac Baró, Marc Cartanyà, Oriol Esquerda, Xavier Teixidó y Sandra Pujol muestran un gran dominio del espacio y su interacción entre ellos y con todo tipo de objetos y soportes es excelente, así como su aproximación hacia el público. El subidón final del personaje de Pujol sería un claro ejemplo de la capacidad de todos ellos para transmitirnos tanto los estados de ánimo como el ideario descrito por el autor.

El espacio escénico e iluminación de Salicrú convierte la experiencia en algo totalmente inmersivo, así como el espacio sonoro y la música de Clara Aguilar. Desde un principio descenderemos a una especie de performance en la que se dinamitará cualquier tipo de acercamiento condescendiente, sanador o culminante del arte como solución a nada, que es en esencia la premisa principal del texto de Ravenhill. Artistas que se creen por encima del bien y del mal y que utilizarán hasta las últimas consecuencias a obreros o trabajadores que aspiran o creen vivir a través de la manifestación artística. El diseño de vestuario de Campbell nos parece especialmente significativo. En una función en la que todo se recrea en vivo pero a través de múltiples artilugios y reproductores, la manufactura de las piezas nos parece de una elocuencia digna de admirar. A medio camino entre el diseño de moda y las piezas de corte, confección y colorido obrero. Ropa de trabajo que refleja quizá el giro más cruel de la obra y es cuando los protagonistas ven que, de algún modo, no controlan ese deseo vital y adulterado de vivir a través del arte y simplemente ejecutan a partir de los deseos de otro.

Finalmente, celebramos la presencia de Pool (No Water) en nuestra cartelera. Una puesta en escena que sabe cómo asimilar y desarrollar las premisas de la pieza que se trae entre manos manteniendo su estilo particular y genuino. La elección de este título de entre todo el repertorio de Ravenhill se revela como un punto importante para mostrar el quebramiento de los cuerpos y su uso como material artístico. Una especie de desencanto vital y a la vez un poco de sosiego y normalización en lo excesivo e hiperbolizado de su manera de enfocar los temas y a los personajes. Una muy buena ocasión para reencontrarse con autor, título y ambas compañías.

Crítica realizada por Fernando Solla

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