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09.03.2018 Críticas  
Mi nombre no es Lola, es Ailin

El Versus Teatre ha incluido Historia de una reventada Argentina dentro del ciclo Dones en Escena. Un espectáculo unipersonal que tiene mucho de soliloquio y un personaje que demuestra una inapelable necesidad de expresarse y ser escuchada. De relacionarse y de sobreponerse tras lo que ha sido su vida hasta ahora.

No hay mejor lugar para ello que un escenario prácticamente desnudo aunque plagado de pequeños objetos. Maquillaje, zapatos, piezas de ropa, bebidas alcohólicas… Todo lo que cabe en una maleta. Daniel J. Meyer ha realizado una particular dramaturgia a partir de textos de Alejandro Urdapilleta. Un poemario que es a la vez una gran manifestación artística de la personalidad del que fue representante del teatro underground de Buenos Aires en la década de los 80.

El componente nostálgico está muy bien introducido en la propuesta que nos ocupa. Dinamitando algunos lugares comunes y sin querer glorificar gratuitamente quién sabe qué, Meyer consigue crear un paralelismo muy interesante entre la figura de la personaje-intérprete y la vida del propio Urdapilleta. Siempre a través de sus poemas. De algún modo, habrá dos protagonistas en el escenario, la presente y el ausente. Y el resultado final se beneficia de ello. Uruguayo de nacimiento debido al exilio político de sus padres que retorna a Argentina tras la caída del gobierno de Perón. Esa ida y venida constante, ese mecerse a través de la geografía humana lo adopta de un modo muy particular Migliora. Lola al principio del viaje, Ailin al final.

Obviamente, el peso de la función recae sobre ella. La actriz se entrega en cuerpo y alma al texto propuesto por Meyer. Expresiva, cercana cuando debe pero nunca sin perder el foco del personaje en el que se convierte ante nosotros. No sabemos cuánto hay de verdad o biografía en su creación pero no nos importará, ya que la interpretación es de una verosimilitud inalterable. Un torbellino excesivo, divertido, intenso, profundo y centelleante. La actriz sabe jugar muy bien con el texto y con el público desde el principio. La sensación de que todo sucede de manera improvisada y de que nos cuenta su vida así a borbotones, como le sale en ese preciso momento, nos invade en todo momento. Un trabajo muy meritorio.

A destacar la selección musical y el ambiente creado por la iluminación de Natalia Ramos. Indispensable la interacción del técnico de sala Filip Aster, que debe jugar con los requerimientos de la actriz para marcar el ritmo de la función. Canciones, versiones e interpretaciones que combinan la ubicación geográfica con la descripción situacional y, también, con letras que describen cómo se puede sentir el personaje en cada momento. En esta pieza están especialmente bien introducidas y equilibradas con y en la dramaturgia.

Finalmente, Historia de una reventada Argentina es una función que entronca muy bien con ese teatro ungerground del que fue representante Urdapilleta. La elección de las piezas y la dramaturgia de Meyer, así como la interpretación de Migliora, nos deparan una velada teatral que esparce a placer todas las cartas de la baraja de géneros y formatos para ofrecer una variable muy interesante del monólogo o espectáculo unipersonal.

Crítica realizada por Fernando Solla

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