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24.02.2018 Críticas  
Inspirada y sorprendente propuesta interdisciplinar

El universo de Vero Cendoya llega al Mercat de les Flors. La partida donde se representa por primera vez en interior tras su paso por la Fira de Teatre de Tàrrega 2015 en la que obtuvo el galardón al mejor espectáculo.

Apenas pocas semanas después del estreno de “If (L’últim desig)”, el siguiente espectáculo de la intérprete y creadora, volvemos a encontrarnos con una propuesta interdisciplinar aunque esta vez el peso recae sobre la danza. No deja de sorprendernos la capacidad de Cendoya para adecuarse al medio en el que circunscribe sus espectáculos y cómo es capaz de transmitir y comunicar junto a los compañeros con los que se rodea de un modo tan espontáneo e incluyente. En esta ocasión, la dirección y coreografía combina danza, futbol y texto. Resulta muy ilustrativa la selección de fragmentos del periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano, que de algún modo marcan una dramaturgia sobre la que se profundiza a través del movimiento. La voz en off de Blanca Portillo aporta cuerpo y asertividad a sus palabras. Otra de las fuentes de inspiración de esta pieza es la película “L’arbitro” de Paolo Zucca (2013). Precisamente, la creación de uno de los personajes a partir de esta figura es el gran hallazgo de La partida.

También, la compenetración de una compañía de 11 intérpretes (5 bailarinas, 5 futbolistas y el árbitro) que convivirán en el escenario con los “hinchas” (alumnos de la escuela Varium), una banda de cinco músicos liderada por Adele Madau y que interpretará sus propias piezas musicales e, incluso, de una bebé. Como decíamos la capacidad de Cendoya para transformar en espectáculo sus inquietudes no conoce límites. Si lo puede imaginar, lo puede hacer. Y siempre encuentra cómplices a la altura. En esta ocasión residentes (bailarinas) y visitantes (futbolistas). El juego es transversal y lo abarca todo, significado y significante.

La espontaneidad alegórica que se consigue mediante lo que no se dice o no se muestra es muy representativa. A través de una coreografía que combina solos y duetos con otros fragmentos más grupales se plasma el comportamiento de los distintos sectores de la población reflejados. Mujeres capaces de trabajar en grupo y hombres que buscan el lucimiento individual. ¿Es posible el entendimiento? La coreógrafa es hábil y no lo reduce todo a una cuestión de género sino de comportamiento. También muestra el de las masas a las que mueve el futbol, principalmente a través de los hinchas y de la banda, que se sitúan al fondo del escenario como de orfeón ciudadano contemporáneo. A destacar, la iluminación de Sylvia Kuchinow. Un trabajo que consigue que la traslación al formato sala suceda con éxito.

La caracterización del árbitro como una diva de la danza clásica o cantante rock, que hace y deshace a placer, provoca los momentos más delirantes y divertidos, no exentos de profundización y reivindicación. Ante los gritos de ¡maricón! el personaje sigue bailando y se crece ante el público. Muy buena interpretación de Jon López, que sabe adecuar la perfección formal al tono entre cómico y esperpéntico de las situaciones. La feminización empieza en el título. Lo que en el deporte no tiene cabida sí lo tiene en el mundo de la danza. Ahí está el triunfo.

Tanto las bailarinas (Xaro Campo, Linn Johanson, Natalia d’Annunzzio, Dory Sánchez y Tina Halford) como los futbolistas (Babou Cham, Adrian Nieto, Reynaldo Zerpa, Carlos Molina y Enric Auquer) se entregan de un modo muy generoso a una coreografía que consigue romper todas las barreras entre el deporte y la danza con unos movimientos sutiles que, en conjunto, componen una coreografía muy elaborada que se recibe como totalmente espontánea y natural, prácticamente improvisada. Algo que resulta impresionante porque hace parecer sencillo lo que para nada lo es. Muy elocuente también la descripción de la vida laboral de la mujer con la aparición de una bebé de entre el público (la inexistencia de la cuarta pared, es marca de la casa y aquí se explota de un modo muy acertado).

Finalmente, es muy ilusionante comprobar cómo las inquietudes subjetivas sobre el mundo cotidiano en el que vive Cendoya se manifiestan a través de sus creaciones artísticas. En el caso concreto de La partida nos gusta conocerla a través de su posicionamiento firme sobre temas diversos y plasmados a través de la danza (y el futbol) y siempre con un sentido del humor espontáneo y desacomplejado. Una visión global entre disciplinas que nunca pierde el foco de lo que quiere contar y que nos regala una muy feliz velada multidisciplinar.

Crítica realizada por Fernando Solla

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