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19.02.2018 Críticas  
Sentida aproximación al poeta del pueblo

La Sala Fènix ofrece una oportunidad de acercamiento tanto a la obra poética de Federico García Lorca como a la orientación más popular y ambulante (también surrealista) de sus versos. Rhapsody in Lorca es un espectáculo sencillo que, sin embargo, transmite emoción a raudales.

Walter Cots ha creado una dramaturgia a partir de los libros “Poesía inédita de juventud”, “Canciones”, “Cante Jondo”, “Poemas” y “El Poeta en Nueva York”. También ha utilizado partituras de “El Café de las Chinitas” y “Los Cuatro Muleros”. Todo rematado con proyecciones en 16mm de “El perro andaluz” de Luís Buñuel. La dirección realizada para el espectáculo consigue que cada fragmento aporte significado al conjunto así como de manera individual. También la combinación de intérpretes más jóvenes con otros más veteranos, así como su propia presencia en escena, voces y acompañamiento de guitarras.

Lo sencillo de la factura favorece al resultado hasta tal punto que tendremos la sensación de ser testigo s de un ejercicio artístico similar al que el propio autor podía liderar con su grupo La Barraca. Llevar el teatro clásico español a zonas con escasa actividad cultural. No podríamos decir que este último sea el caso, aunque el material utilizado no sea el más conocido del autor. Y en cuanto a la consideración de clásico, pues ahí queda. La asiduidad referencial con la que sus obras suben a las tablas habla por sí sola.

La combinación de intérpretes de varias generaciones aporta algo de testimonial a la vez que certifica no sólo la validez sino también el calado y la capacidad de los versos de Lorca para reflejar alegóricamente una realidad. La situación de su trabajo en la misma línea que el de Dalí o Buñuel y cómo esto se manifiesta en la puesta en escena demuestran delicadeza y conocimiento del material de partida. Pol Rosell y Andrea Castellanos, los jóvenes del elenco, consiguen dar con el tono adecuado en todas sus intervenciones, recitando y cantando, llegándonos a emocionar tanto con la naturalidad como con el calado de sus aproximaciones. Lo mismo sucede con el resto. A destacar, la elocuencia de Àngel Cerdanya “El Sueco” y Andrea Castellanos y el propia Cots y el mimo con el que Maite Soler comparte sus parlamentos.

La principal distinción de todos los que intervienen en este espectáculo es que ninguno trata de sobresalir por encima de sus compañeros o del material interpretado sino que su preocupación es la de compartir y servir a los textos con un sentido de la responsabilidad artística completamente asimilado. Y de nuevo, esta aproximación es lo que nos seduce del espectáculo. Eso y su aparente facilidad para trabajar los versos desde la cercanía y la verdad más desnuda de artificios.

Finalmente, si por algo destaca Rhapsody in Lorca es por la profundización en una parte de la obra del autor que no se suele encontrar en las múltiples puestas en escena que pasan por nuestra cartelera. Sin una vocación pedagógica expresa, el aprendizaje que supone escuchar estos fragmentos y la ilusión y emoción que se desprende de esta reunión, son motivos suficientes para la asistencia y el goce y para recibir grandes dosis de conocimiento y sensibilidad.

Crítica realizada por Fernando Solla

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