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16.02.2018 Críticas  
Inquietante retrato a partir del ejemplo teatral

La Sala Beckett presenta la segunda obra del ciclo dedicado al teatro de Josep Maria Miró. Nerium Park disfruta de una nueva y más longeva vida tras su estreno en el Grec Festival de Barcelona 2014. Gran oportunidad para redescubrir una pieza que, en su actual puesta en escena, incrementa su talante perturbador.

Miró ha compuesto lo que podríamos denominar como ejemplo teatral. No tanto por su voluntad moralizadora o doctrinal sino por su habilidad para ilustrar a través del relato ficticio la cuestión tratada o reflejada. Con este trabajo, el autor no sólo demuestra una sólida base textual sino también un dominio de los géneros y una capacidad para la descripción de situaciones, mezclando diálogos y silencios de un modo tan elocuente como turbador, muy a tener en cuenta. En este caso en concreto, la evidencia de lo que sucede dentro y fuera adquiere especial relevancia. Del piso y de la urbanización donde viven los protagonistas y, progresivamente, de su interior. Sus temores, infundados o no, saldrán a la luz y se mostrarán al mismo tiempo que la progresión de su relación.

El tiempo, ese gran aliado de Miró. Como no podía ser de otra manera, el uso de la elipsis es una de las claves de la propuesta. Doce escenas que coinciden con los doce meses del año. Ya el título es muy ilustrativo de lo que veremos en la función. El baladre (o Nerium Oleander) es una planta o arbusto que se usa de modo ornamental pese a su toxicidad. Bajo ese epígrafe disfrutaremos de una ficción sobre las relaciones humanas, sus cimientos y características. Qué ambicionamos y por qué. Cómo nos sentimos amenazados cuando percibimos que algo se tambalea. Qué nos asusta y cómo mimetizamos situaciones que hemos vivido en un ámbito (el laboral por ejemplo), en el otro, véase el íntimo. Cómo nos afectan actos de nuestra pareja y cómo los incorporamos en nuestras disyuntivas anímicas e interiores.

La escenografía de Enric Planas no sólo entiende a la perfección el texto al que está vistiendo sino que aprovecha hasta la última oportunidad del particular espacio que es la Sala de Dalt. En esta ocasión (y esto supone una mejora respecto a la primera puesta en escena) se han eliminado las barreras entre intérpretes y público. Se aprovecha toda la profundidad de campo del recinto de un modo ejemplar. La ruptura con cualquier tipo de pared y las marcas en el suelo a modo de plano a mano alzada provocan un efecto muy particular. La iluminación de David Bofarull acompaña a los personajes de estancia en estancia y dotan de ritmo a la función. A nivel estético, el efecto es más que destacable. Todo queda redondeado con el oportuno espacio sonoro de Carles Cors. Como público sentiremos inclusión y a la vez que estamos burlando la intimidad de los protagonistas.

Miró ha realizado un muy buen trabajo con la dirección de intérpretes. Roger Casamajor muestra la regresión (digamos material) de su personaje con una progresión expresiva muy acertada. Alba Pujol se muestra tan espontánea como persuasiva. Una ejecución del texto excelente acompañada de una mirada eminentemente expresiva y una capacidad para moverse por el escenario hipnótica. Indómita y vulnerable a la vez. La adecuación física de ambos y su interacción con escenografía e iluminación a través de un trabajo corporal orgánico es uno de sus puntos fuertes. Ambos establecen un juego excelente hasta el punto que, en muchas ocasiones, tendremos la sensación de que él interpreta para que veamos a su personaje a través de los ojos del de ella. Hay un contaste toma y daca entre los puntos de vista de ambos. Un trabajo conjunto recíproco y muy estimulante para el espectador

Finalmente, Nerium Park nos mantiene clavados a la butaca de principio a fin. Una obra que se presta a múltiples capas de lectura. Un thriller formal que es a la vez un certero y vívido retrato sociológico con una capacidad evocadora transversal muy bien estructurada. Un autor que sabe distanciarse lo suficiente de su propio trabajo hasta convertirse en un director tenaz e inteligente, capaz de explotar las posibilidades escénicas de su creación y llevarlas hasta las últimas consecuencias. Un muy feliz reencuentro con un titulo destacado dentro de la trayectoria de Miró.

Crítica realizada por Fernando Solla

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