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12.02.2018 Críticas  
¿Distopía o utopía?

La Sala Flyhard apuesta por el nuevo texto de Roc Esquius. Con Sàpiens nos encontramos con una propuesta que muestra un talento evidente para la mezcolanza genérica a través de un desarrollo de la narración que usa el giro argumental con agilidad y desenvoltura.

Hay algo que distingue a Sàpiens y es cómo consigue situar su hilo narrativo en paralelo a la realidad que podemos vivir en nuestro día a día en la ciudad de Barcelona. No se trata de una obra geográficamente exclusivista pero destaca su gran habilidad para que extrapolemos las distintas situaciones recreadas e ideas expuestas al momento sociopolítico en el que nos encontramos inmersos. Abogando menos por el oportunismo que por la oportunidad para facilitar herramientas de discernimiento y aprendizaje, el texto de Esquius encuentra un gran aliado en Sergi Belbel.

La dirección apuesta por el detalle. Tanto en el trabajo con los intérpretes como en todos y cada uno de los factores que intervienen. Sàpiens es una pieza que no recurre a acuerdos imperativos ni terminantes y sí a despertar cierto debate y promover la excarcelación ideológica. La emancipación del pensamiento libre y la dificultad de llegar a un punto de encuentro que no se quede en tierra de nadie. Belbel demuestra un gran pulso para las transiciones de un género a otro, así como para despertar una sensación inalterable de anticipación en el espectador, que sabrá que se le está ocultando algo y mantendrá su interés in crescendo hasta el desenlace. Nos gusta comprobar cómo Belbel sigue desenvolviéndose a la perfección en la corta distancia.

Todo a favor de un texto que sabe cómo incluir la historia ficticia de sus personajes en una realidad entre utópica y distópica en la que extremismo y la (im)posibilidad de convivencia entre razas y clases (incluso géneros) planearán sobre nuestras cabezas. Esas que la escenografía de Sergi Corbera y Laura Clos (Closca) y la iluminación de Kiko Planas (con colaboración de Xavi Gardés) han sabido situar bajo un árbol neuronal que refleja alegóricamente cómo las estructuras de pensamiento y el peso de nuestras ideas pueden llegar a protegernos y abrigarnos pero también a oprimirnos. Un espacio oscuro que bien podría ser el de nuestro cerebro, allí donde nacen nuestros miedos y temores. Planas y Gardés consiguen con su trabajo que los cambios de persona y narrador, así como de personajes, tengan cabida en un mismo espacio y todo se desarrolle según las necesidades del texto.

Sàpiens no sería lo mismo sin sus dos protagonistas. Dos cómicos de gran envergadura que despliegan un abanico de recursos dramáticos envidiable y que, juntos, alcanzan una gran complicidad escénica. Enric Cambray es un intérprete que está por encima de cualquier etiqueta generacional y aquí lo demuestra una vez más. Su presencia en la parrilla escénica actual supone una oportunidad de lujo para asistir en primera persona al desarrollo de una gran carrera artística. Lejos de acomodarse en unos gestos o recursos concretos, el actor nos sorprende función tras función, pieza tras pieza, por una adecuación al tono de cada espectáculo impresionante. Una entrega y energía incombustibles que en Sàpiens sigue compartiendo con el público, siempre avanzando con cada personaje y nunca repitiendo rol, aunque sí género. Un lujo.

La figura de Mireia Portas como intérprete teatral merece ser reivindicada y aquí obtiene una gran oportunidad para ello. Ya sea en el terreno cómico como también en el musical, la actriz ha realizado una valiosa aportación a proyectos tan dispares como “Rocky Horror Show” (1996), “Adéu a Berlín” (2002), “Pel davant i pel darrera” (2002), “Boeing Boeing” (2009) o “Els 39 esglaons” (2011). Por supuesto, muchas más. En esta ocasión, su lenguaje no verbal embriaga e hipnotiza. Es un placer disfrutar la función a través de su mirada, perfecto obturador para medir todo lo que sucede en escena, así como para el salto genérico. En la corta distancia se crece de un modo fascinante y su presencia aquí supone un gran regalo. Junto a su compañero realiza una labor que no es ni utópica ni distópica sino una muy feliz realidad.

Finalmente, Sàpiens es una de esas obras a la que uno debe acercarse sin previo conocimiento. Cómo todo lo expuesto hasta aquí se contextualiza dentro del formato de comedia de apariencia más o menos situacional supone un gran juego escénico del que no vamos a desvelar las instrucciones de uso. Resulta muy estimulante, además, ver cómo esta pieza supone un paso más en el recorrido y desarrollo de Esquius como dramaturgo. Un texto que recoge los mayores logros formales y argumentales de sus anteriores trabajos para ponerlos al servicio de unos personajes y casarlos con géneros y formatos distintos, siempre con adecuación y elocuencia. Aportando sentido, significado (y significante) y contenido. Una pieza muy a tener en cuenta.

Crítica realizada por Fernando Solla

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