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30.01.2018 Críticas  
La negra epidemia del amor

Si juntamos los talentos de uno de los periodistas con más talento del país, la compañía de danza con más personalidad de la escena nacional, y la sala de teatro del Ayuntamiento donde se encadenan más éxitos temporada tras temporada, nos sale una de las citas obligadas de la temporada, Black apple, con texto de Paco Tomás y dirección artística de Chevi Muraday.

El matrimonio de los viejos Castel, citados en el capítulo II, página 80, de mi copia de ‘La Peste’ de Camus, sirve de premisa a Paco Tomás para disertar en torno a este hombre y esta mujer, ambos al borde del abismo que es la insatisfacción, la pérdida de la pasión en la pareja, y todo aquello que no se dice. Una situación extrema como esta epidemia que sitia su ciudad, les obligará a afrontar la realidad de cada uno y decidir si huyen cada uno en una dirección o contagiarse de algo más destructivo que la peste: el amor.

En Black apple todo es un lujo, sin recurrir al exceso. Contar con nuestra Deborah Kerr, eternamente nominado al Óscar, Paco Delgado; David Picazo en la dirección de escena e iluminación, el verbo de Tomás y los talentos de Sainz-Aja y Muraday. Menos siempre es más.

El formato epistolar en el que se mueve este montaje, antes de explotar en el gran despliegue de sentimientos en forma de movimientos de danza, de estos dos animales de la escena, es una manera inmejorable de introducirnos en este universo apocalíptico que plantea Black apple. Nada tiene efectos más devastadores en nosotros que un desamor, y el matrimonio Castel se abre a nosotros en el negro trance de haber decidido no seguir engañándose más cuando el fin de la sus vidas está próximo. Cuando todo a su alrededor es decadencia y destrucción y muchos optan por dejarse llevar por el desamparo y la locura, los Castel viven su propia guerra de los Rose, acabando no con todo lo que les rodea, sino con las barreras que han ido construyendo en torno a ellos, abocándoles a una incomunicación mutua.

Es brillante e hipnótica la interpretación de Paloma Sainz-Aja, confesando ante el público y ante su marido el señor Castel, la sensación de no querer ser tocada más por esas manos, cómo se le escapa la vida en blancas volutas de humo, y cómo ya no se resigna a que este hombre tome el control sobre ninguno de sus actos. La señora Castel pasa de recolectora a cazadora; recolectora de caricias, de abrazos, de sentir que alguien alguien la desea y sea con un dorado vestido de noche, o con una capa en las oscuras y gélidas calles. Ella trae a casa el botín de su caza, y lo sirve en negro plato de porcelana en forma de rata infecta, el mismo origen del fin que le rodea.

El señor Castel de Chevi Muraday es un hombre herido, tocado por la enfermedad, abocado al mismo final que el resto, expuesto a la muerte. Muraday despliega su don para la danza ante el público que asiste al funeral en vida de esta víctima del desengaño, al que los años de ingratitud comienzan a caerle como furiosas manzanas negras, de las ramas secas y consumidas que son ahora los brazos de la señora Castel.

Black apple es la historia del deterioro de una relación más bella jamás representada; una historia de (des)amor que culmina con un desolador epílogo en el que ambos se funden en una unión carnal aciaga donde vislumbramos que cumplir los votos entregados hasta que la muerte les separe, es un mal mejor que afrontar la soledad en el fin del mundo.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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