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22.01.2018 Críticas  
Un bufón sincrónico

La Sala Fènix cobija a un personaje que por fin adquiere un protagonismo absoluto fuera de la obra que lo vio nacer. El bufón del Rey Lear lo rescata para un monólogo que mira mucho más a nuestra situación geopolítica actual que al original shakesperiano.

El texto de Felipe Cabezas recoge muy bien el desarrollo y la trama principal de la obra del bardo para, progresivamente, abandonarla y recuperar al personaje elegido como mofa o burla de la realidad de un gremio o sector o, por lo menos, del intérprete que toma el escenario. El autor-actor aprovecha para repasar a través de los ojos del bufón la realidad más inmediata que nos espera fuera de la sala. El contexto es muy importante en esta función ya que las constantes idas y venidas dentro y fuera del material original construirán alegorías en forma de preguntas y respuestas. Una auténtica confrontación del argumento y su validez o no como reflejo de nuestra realidad social, política y artística.

El bufón del Rey Lear no sería lo mismo sin el magnífico trabajo de Anna Chwaliszewska en la dirección de arte y la creación de máscaras y vestuario. Junto con los elementos de attezzo de Artesanos Grima, el espacio escénico se torna en un lugar donde todas las posibilidades del texto se convierten en una realidad. El salto espacio temporal y las constantes entradas y salidas, físicas y textuales, se propician siempre a través de las connotaciones estéticas. Muy apropiado el uso del espejo, teniendo en cuenta la naturaleza del personaje titular y su función tanto en el relato original como en el que nos ocupa.

Cabezas aprovecha especialmente bien las posibilidades de las máscaras y las piezas que viste, así como las connotaciones e implicaciones de utilizar la acción de maquillarse y desmaquillarse ante el público. Nada será gratuito ni improvisado y sorprende la acidez, mordacidad e ironía, incluso sordidez, con la que introduce algunos de los asuntos tratados. Un bufón nada complaciente que, sin embargo, gana y capta la atención de los espectadores. Como intérprete realiza un trabajo muy destacable tanto en la adecuación vocal como gestual y sabe aprovechar las posibilidades y caracterización de las caretas. El juego que establece entre lo que se muestra y lo que se oculta y viceversa resulta uno de los puntos fuertes de la función, favorecido una vez más por el meritoria diseño de las máscaras.

La dirección de Jordi Pérez sirve al intérprete para tomar distancia de sí mismo como autor. De este modo, lo que él ha escrito se le devuelve para que lo recupere en su interpretación y para que llegue al público de manera óptima. A este respecto, tampoco habrá adornos o florituras gratuitas más allá de conseguir abrazar todas las disciplinas artísticas trabajadas como si se trata de una sola.

Finalmente, El bufón del Rey Lear nos ofrece un espectáculo que aprovecha las posibilidades del concepto unipersonal y encuentra su hueco en la cartelera. Por su aproximación al personaje y a las distintas facetas de la creación artística y por su capacidad para reflejar una realidad determinada de manera cristalina, así como por el dominio de todas las disciplinas utilizadas, la visita asegura la calidad de la experiencia.

Crítica realizada por Fernando Solla

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