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08.01.2018 Críticas  
Posesión kafkiana

Asuntos pendientes, cosas que nunca se dicen y relaciones familiares difíciles, son los elementos que gravitan en este Expediente K de Susanna García Prieto, adaptando la «Carta al padre» de Kafka. La sala Intemperie Teatro programa otro drama familiar que nos hace reflexionar sobre lo que nos predetermina nuestro entorno familiar.

Dafnis Balduz es un improvisado parapsicólogo, realizando un contacto con un ente que se manifiesta en el castillo de una familia alemana. A partir del formulario de preguntas para que el espíritu se manifieste, asistimos a la posesión del temeroso técnico, que servirá como canal a la presencia para expresar el porqué de su permanencia entre los dos mundos.

Las dos partes que componen Expediente K son muy dispares, aún siendo una el nexo de la otra; la parte «espiritual» destaca tanto sobre la «terrenal» que al espectador le crea un desconcierto que le hace desconectar de ambas por momentos. La labor de adaptación de García Prieto y la dirección de Capo es muy destacable, y es en la sección de la carta donde la interpretación de Balduz brilla, con una dicción precisa, y una gestualidad llena de contrastes.

El tono grave de esa carta a padre y el relato de esos sucesos traumáticos desde la más tierna infancia, tienen un sobresaliente valor literario, y es la certera narración de Dafnis la que hace que esa expresión de rencor sea hipnótica, aunque el influjo de su voz se rompa al volver al mundo real, donde el salto del drama a la ¿comedia? produce una sensación comparable a la que sentimos cuando suena el despertador a las siete de la mañana.

Expediente K, tras superar el estupor inicial, y acostumbrado el espectador a la dinámica que va a seguir el montaje, crea un real interés en saber hacia dónde avanza esa confesión llena de frustración, y nos hace empatizar y esperar con ansia los parlamentos del atormentado fantasma.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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