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02.01.2018 Críticas  
Cyrano, la sensibilidad hecha nariz

Lluís Homar se sigue vistiendo de clásico una vez más. En la última ocasión, se convirtió en el Ricard III de Shakespeare. Y estos días, ha sustituido la literatura inglesa para envolverse de la bandera francesa y mudar a la piel de Cyrano de Bergerac, el poeta y dramaturgo del siglo XVII. Un montaje que nos trae estos días el Teatre Borràs de Barcelona y que seguro van a disfrutar.

El mismo equipo artístico que ya triunfó con «Terra Baixa» se reune de nuevo para ofrecernos esta versión de aspecto visualmente contemporáneo, pero que mantiene el texto en verso del clásico de Edmond Rostand de 1897, donde se relata en 5 actos la vida del conocido pensador.

La historia es harto conocida. Un soldado, romántico y cuasi trovador, está enamorado de su prima Roxanne a la que no le da a concer sus sentimientos porque firmemente cree que no tiene ninguna posibilidad debido a su aspecto físico. El «hombre a una nariz pegado» (frase de Góngora que no se refería a él, pero que bien podría encajar por definición), vive este romance en secreto pero que posteriormente podrá hacer público sin levantar sospecha, pues será el encargado de, a modo de favor, escribir las cartas de amor de Christian, el prometido de Roxanne. Y así pasan el tiempo y los sucesos, convirtiendo la fealdad en atractivo y simpatía para quien valora lo que es amar de verdad.

Con esta interpretación y a estas alturas, Homar nos vuelve a dejar claro que puede con todo lo que se le eche. Lo hemos visto (entre cientos de sus papeles) de androide o escritor ciego en cine, o de rey tullido y ahora de poeta narizón en teatro. Y haga lo que haga, lo borda. Homar es un monstruo sobre el escenario y Cyrano no es más que una confirmación de esto. Lleva el peso fuerte de toda la obra y aunque, evidentemente, es un trabajo grupal, sus intervenciones a lo largo de toda la obra dejan con la boca abierta a toda la audiencia. Su facilidad para naturalizar la poesía y hacerla suya, junto a su excelente dicción le otorgan el derecho a estar nominado a premios y menciones una y otra vez.

Pero como decíamos, no es solo su trabajo el que consigue que Cyrano siga siendo considerado un clásico. Se suma al trabajo de Pau Miró, que tiene ya una enorme repercusión como dramaturgo y director (y ha cosechado una altísima crítica con su trilogía de la familia que ha presentado en la Beckett) la dirección de esta obra, que derrocha excelencia, elegancia y sentido del humor. Además de a Homar, Miró junto a Oscar Valsecchi han dirigido con pericia al resto del elenco, todos dignos de mención, formado por Joan Anguera, Aina Sánchez, Albert Prat y Àlex Batllori. Todos están a la altura de lo que un montaje serio como este requiere, aunque me gustaría hacer especial mención de Aina Sánchez, quien nos seduce y nos enamora de la misma manera que que ha enamorado a los dos personajes de su vida.

Sumada a la dirección y la interpretación, no podemos dejar atrás la escenografía y el vestuario de Lluc Castells, quien hace las mieles de esta historia con blancos, negros, grises, espejos, sillas y florines. No hace falta más para darle un toque de nocturnidad a esta obra y transmitir la tristeza que toda su vida acompañará al protagonista por no poder compartir su amor. Finalmente, a la sencillez y el pragmatismo de esta escenografía se une el gran toque de belleza y distinción que invade el escenario del Borràs gracias a la música y la aterciopelada voz de la enorme Silvia Pérez Cruz, que le da el tono de calidez que sirve de contrapunto para recordar que al final, Cyrano es una historia de amor dulce y sin reservas.

Un público agradecido se levanta para aplaudir este montaje que estamos seguros que va a cosechar más de un éxito dentro del panorama catalán. Una obra redonda para los amantes de la poesía, del teatro, de los clásicos y del amor.

Crítica realizada por Diana Limones

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