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13.12.2017 Críticas  
Café, amor, y finales abiertos

Casualidades de la programación (o no) el Intemperie Teatro programa Amor de niños durante el mes de diciembre, en una historia que tiene mucho que ver con la familia, como lo es la de «Oirotalev«, con la que comparten espacio.

En el mes que nos toca, en muchos casos, sufrir las reuniones familiares, Borja de la Vega da una vuelta de tuerca a esos secretos que aparecen por sorpresa y nos hacen atragantarnos con las cigalas.

En un café con amplias cristaleras, moderna decoración y un nombre que nos evoca un paraíso hipster, Montauk, Sofía lee «Pájaros de América de Lorrie Moore; Roberto pasaba por allí, con su look desenfadado, su Macbook Air en la mochila, y no ha podido reprimir el impulso de desear un café junto a esa bonita chica rubia que lee en soledad. Andrea Guasch y Joe Manjón nos acaban de servir en bandeja una comedia romántica, de las que disfrutamos en el cine anhelando que ojalá nos pase a nosotros, o en este caso, en la intimidad del Intemperie.

Andrea es una chica que estudia en el ICADE, veraneó un breve tiempo en Comillas, y pertenece a esa clase acomodada que podemos identificar con chalets en las afueras, coches de alta gama, y poder permitirse desayunar todos los días en la cadena de cafés más famosa del mundo. Joe es un publicista que sabe venderse muy bien y, como buen profesional, conseguir con éxito el que compremos lo que nos venda, le resulta muy fácil.

Amor de niños nos propone dos personajes antagónicos en cuanto a clase social, pero están tan bien trabajados e interpretados por Guasch y Manjón, que su romance nos resulta muy real, desde su conversación de café y libros cuando se conocen, como su rutina en la cama al despertar, o según avanza la trama, sus conflictos personales y la forma de enfrentarse a ciertas sinrazones que todos hemos vivido. La Sofía de Andrea es cercana, divertida, y realmente sufrimos con ella cuando explota el drama. El Roberto de Joe es un «comeorejas» por el que caeríamos rendidos sin pensarlo, y cuyo discreto acento galés se suma a ese halo de misterio que rodea a su personaje, y cuyo secreto, en mayúsculas, nos pillará por sorpresa.

Borja de la Vega, que firma la dirección y texto, sabe moverse por entornos íntimos de camas deshechas, desayunos en la cama, y personajes con secretos que no se atreven a confesar; ya lo demostró en la webserie «60m2», hace ya 6 años, con unos espléndidos Beatriz Arjona, Álvaro Doñate y Vicente Navarro. Se nota el mimo y la dedicación en el trabajo con los dos actores, para que logren transmitir esa verdad, y despertar la simpatía en la audiencia, de dos personas asimilando su vida, con sus decepciones, y sus bocados de realidad de que nada es como les habían prometido; seres solitarios y perdidos como el del libro que les une al principio, relatos de personas que no sienten estar protagonizando sus propias vidas, y cuyo foco siempre va hacia donde no se encuentran.

Pocas cosas quiero escribir más sobre Amor de niños sin que afecte al desarrollo del argumento, y en este caso considero primordial dejarse llevar por esta pareja, y conocer cuanto menos mejor sobre lo que acontece en escena. Esta es una de esas gemas escondidas de la cartelera de la capital que genera conversación después de la función sobre qué haríamos nosotros en su situación, y, quizás, alguien nos confiese haber vivido algo así.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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