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01.12.2017 Críticas  
El poder expresivo de la primera persona

Tras su debut y consiguiente éxito el año pasado en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, llega Claudia a la Sala Petita del TNC para quedarse hasta el 10 de diciembre. Claudia constituye la segunda parte de una trilogía dedicada a la historia y la identidad, forjada alrededor de relatos en primera persona narrados por mujeres.

Carles Fernández Giua y Eugenio Szwarcer, a través de su compañía La Conquesta del Pol Sud, parten de la idea del teatro como una forma y una herramienta de conocimiento y a su vez sienten la necesidad de crear un contenido de realidad más directa. Por eso, basándose en esta premisa de realidad como recurso teatral, crean obras del formato de Claudia, con una gran presencia de contenido documental y una historia contada por su protagonista, alrededor de la cual se ha realizado una extensa investigación para así entrar documentalmente en el mundo de lo personal. Gracias a esta inserción de lo emocional dentro de un material que a priori solo sería analítico, también pretenden conmover al público y generarle el planteamiento de acción social más allá del entorno geográfico de sus obras.

Claudia nos lleva hasta Buenos Aires, y tiene su comienzo en una Argentina marcada por la dictadura militar. Una época de maltratos, torturas, matanzas y un encubrimiento de los hechos por parte de los altos mandos bajo el nombre de Proceso de Reorganización Nacional. Claudia es una de las muchas nietas de las Abuelas de Plaza de Mayo que fue arrebatada a unos padres a los que de alguna manera hicieron desaparecer en un centro clandestino de detención y posteriormente apropiada por altos cargos militares. Claudia es una historia viva, que nos habla de identidad, memoria y justicia. Su experiencia marcó un antes y un después en el destape de muchas realidades que se habían escondido durante esa época, en concreto las concernientes a los niños y niñas apropiados.

En esta obra destaca el uso del vídeo como respaldo documental, pero sobre todo como recurso expresivo. Estos vídeos son fragmentos, que al final nos dan una visión global, así como también el relato de Claudia se compone de pequeñas piezas que se van entretejiendo. El decorado es sencillo, y su elemento principal son unas persianas venecianas que se abren y se cierran, se suben y se bajan, sobre las que se proyectan diferentes planos de Claudia cuando habla, cuando se mueve. Estas perspectivas nos acercan más a ella, a sus sentimientos, a sus gestos, a la luz que la enfoca solo a ella y nos evoca una idea de verdad, de realidad. El vídeo acaba convirtiéndose en un personaje más, que amplia nuestra visión de los hechos y que además nos sirve de nexo para conectar todos los pedacitos de vivencias y anécdotas que Claudia va ofreciendo. Junto con los vídeos, la presencia, intervenciones e interactuaciones de Eugenio Szwarcer y Carles F. Giua también nos ayudan a contextualizar todos los hechos.

Respecto a Claudia, es cierto que ella no es una actriz, sino una ingeniera de sistemas, con lo que su paso por escena no se ve cargado de dramatismo, afectación o emoción desmedida, sino que habla con la serenidad de alguien que ha vivido todo lo que cuenta y que para poder explicar su historia ha necesitado conocerla bien y armar la mayor parte de porciones que componen ese gran puzle. Transmite toda la carga emocional a través de la primera persona, del yo y del presente. Además, puesto que la identidad es uno de los temas centrales de este montaje, sus puntos culminantes se ven siempre relacionados con este elemento. Por ejemplo, ya que Claudia acepta que ese es su verdadero nombre, cuando se refiere a Merceditas (nombre que le dieron sus apropiadores), utiliza la tercera persona, para distanciarse de esa niña que fue engañada pero que también forma parte de ella. Es en este punto de aceptación, cuando empieza a desencadenarse su conflicto de dualidad y es esta porción de la obra una de las que más interrogantes abre y más conflictos emocionales genera en el espectador.

Concluyendo con un pasaje de reflexión y gran carga poética, Claudia nos hace cavilar en el impacto de la historia sobre el individuo, en nuestra propia historia, nuestra propia identidad, en la importancia del descubrimiento de la verdad en el curso de una existencia. Ganadora del Premi de la Crítica Serra d’Or al mejor montaje teatral del 2016, Claudia explora un lenguaje teatral innovador y actual que vale la pena contemplar.

Crítica realizada por Ada Morelli

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