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01.12.2017 Críticas  
El Apolo se convierte en la Isla del Pirata

Continua en la programación del Apolo, tras su estreno en septiembre, el montaje de Ricard Reguant Y no quedará ninguno, basado en el ‘And then there were none’ de Agatha Christie, una de las obras de la autora inglesa más representada. Se ha llevado al cine y al teatro y, una vez más, podremos disfrutar de una nueva versión del conocidísimo libro.

La historia es harto conocida por el público seguidor de esta literatura. Ocho personas que no se conocen son invitadas a una pequeña isla por un rico desconocido, U.N. Owen, con él y su mujer a pasar un fin de semana. Junto a los ocho invitados en la casa están el mayordomo y la cocinera, que suman los diez. En breve, empezarán a sospechar que algo extraño está ocurriendo, pues los Owen no aparecen y de repente, se acusa formalmente a cada presente de crímenes que se supone que han cometido y por los que tienen que pagar. Uno a uno, van reconociendo sus acusaciones, y poco a poco, todos van muriendo en extrañas circunstancias. Y no quedará ninguno. ¿Quién es el extraño Mr. Owen? ¿Por qué se ha tomado la justicia por la mano? ¿Quien es el asesino, si resulta que todos son asesinados y no hay nadie más en la isla aparte de los diez?

Como hilo conductor, una nana, una canción de cuna que habla de diez soldaditos que van desapareciendo uno a uno en diferentes circunstancias que, justamente, coinciden con las formas de morir de las diez personas que habitan la isla.

Esta obra magna de la escritora cobra vida en el Apolo, donde el público verá morir a cada uno de los protagonistas, sin percibir quien es el asesino. En ese sentido, el juego del despiste al que juega el montaje es interesante y mantiene el suspense hasta el final, sobretodo para los que no conocen la novela. El final ha sufrido alguna pequeña variación de la versión escrita, supongo que porque para representación teatral era más conveniente. Pero para nada le desdice a la obra en su conjunto.

Todas las escenas transcurren en la misma sala, con una sola escenografía, pero que da juego para entradas y salidas de escenario a otros ambientes que el público imaginará fácilmente. Y en esta ocasión, la iluminación juega un papel importante, a la vez que hace muy atractiva la función.

A nivel actoral, las interpretaciones son muy acertadas y apegadas a lo que la Christie escribió, destacando en especial a Pep Munné y Toni Sevilla, de los que se puede decir que la experiencia siempre es un grado. Por ejemplo, Munné una vez más demuestra su versatilidad como actor, aquí como un juez serio y denodado en contraste, por ejemplo, con el David alegre y enternecedor de ‘La Fortuna de Sílvia’, junto a Laura Conejero. En el caso de Sevilla, la naturalidad del que lleva toda la vida sobre las tablas y de quien se mueve como pez en el agua se vuelve a hacer evidente en esta ocasión.

También son dignas de mención, las excelentes interpretaciones de Ivana Miño y Arnau Puig, quienes llevan el peso fuerte de la obra hasta el final, por su buen hacer sobre el escenario, siendo los papeles que más cambian de registro a lo largo de la obra y ejecutan cualquiera de ellos a la perfección.

Y no quedará ninguno es una obra muy entretenida, familiar, y en momentos hasta divertida. Es obligatoria para los que nos hemos criado con esta historia de Agatha Christie desde niños. Y sencillamente, porque es teatro.

Aún quedan días programados en el Teatre Apolo para ir a verla. Cojan a sus parejas, a sus hijos y a sus nietos y vayan a verla si quieren pasar un rato más que agradable y olvidar un poco lo que se cuece a nuestro alrededor.

Crítica realizada por Diana Limones

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