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09.11.2017 Críticas  
Humor absurdo

3 en impro es un espectáculo de improvisación que cumple su quinta temporada en el Teatro Bellas Artes de Madrid. Una compañía compuesta por siete actores –dos mujeres y cinco hombres- que se van alternando en las funciones para crear historias sin guión previo y garantizar la participación del público en todo momento.

Nada más entrar al teatro todas las butacas está ocupadas por peluches con los que los espectadores pueden manifestar, depende de dónde estén sentados, aquellas cosas que les gustan más o menos, lanzándolos en cualquier momento de los 80 minutos que dura el espectáculo. En realidad, el show de improvisación es una constante lluvia de peluches así que conviene tener la cabeza protegida de una u otra manera.

3 en impro presumen de garantizar la participación del público puesto que éste antes de comenzar la función escribe en un papel un título o frase que supuestamente utilizarán después para sus improvisaciones. Y digo supuestamente porque leen lo escrito por cualquier asistente desde el escenario pero en el mismo momento en el que dan rienda suelta su imaginación y comienzan a actuar se olvidan de lo escrito en el papel y acaban haciendo algo que no tiene nada que ver.

Anteriormente he acudido a espectáculos de improvisación donde he admirado la facilidad de sus protagonistas para crear historias y su capacidad para ser actores, directores y guionistas en un mismo momento pero aquí no había ni el más mínimo atisbo de eso; la improvisación requiere trabajo y tiempo de entrenamiento dramatúrgico y aquí lo único que he observado ha sido cuatro hombres –esa noche eran los que actuaban- pasándoselo en grande entre ellos mientras hacían uso de su cuestionable humor tirando de recursos fáciles, chistes sexuales y tacos. A veces da la sensación que ni el público ni los protagonistas saben lo que están haciendo.

Sobre la marcha se va modificando la iluminación y el sonido a manos de un técnico que sigue el ritmo de las ideas que van surgiendo. La escenografía también se va componiendo con los elementos presentes sobre el escenario –letras gigantes, sillas…- que van utilizando a lo largo de sus apariciones, aunque lo que siempre hay sobre las tablas son peluches.

En definitiva, un espectáculo donde llueven peluches por todas partes mientras los protagonistas simulan escuchar al público aunque escogen concienzudamente las ideas propuestas por éste, y más que improvisar sueltan lo primero que se les pasa por la cabeza entreteniéndose los unos a los otros. Eso sí, cada noche es un espectáculo diferente y no sé cómo será el próximo, por si ustedes se animan a probar.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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