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02.11.2017 Críticas  
Atmósferas y dinámicas vocales

El Pavón Teatro Kamikaze recupera un inesperado y algo desconcertante musical de José Masegosa. Nuevo reparto para un ejercicio de estilo y declaración de intenciones en cuento a aproximación genérica y una mirada hacia otro horizonte al habitual por estos lares. El Ascensor no carece de interés aunque nos sitúa en un estado algo discordante.

Tres personajes y un piano. Una situación asfixiante en la que el suspense se mezcla con el subgénero romántico. Situaciones solapadas y desarrollo no lineal de la historia. Los ingredientes están ahí para mantener al espectador en un estado permanente de tensión y expectación, siempre alerta de lo que les vaya a suceder a los personajes. Así mismo, cada uno de ellos vendrá definido por un leitmotiv melódico que nos permitirá conocerlos algo más, aunque su contenido poético no siempre irá acorde con el desarrollo narrativo de la función.

No cabe duda de la implicación de Masegosa, responsable del libreto, la música, los arreglos vocales y la dirección y co-autor de los arreglos musicales junto a Borja Arias. Es elogiable su capacidad y sensibilidad para alcanzar algunas claves genéricas a través de la música. Sabe colocar a los personajes en lugares muy determinados, que coinciden con los que le interesa desarrollar en su pieza. El problema surge cuando no hay un hilo narrativo robusto ni convincente que nos lleve de un lugar al otro. Ni a nosotros ni a los protagonistas. Lo mismo sucede en cuanto al tiempo, el énfasis y la reiteración. Los recursos narrativos no favorecen a la construcción de personajes sólidos ni a que la intriga cale en el público de manera natural.

Los roles protagónicos no pueden superar su vocación de salirse del cliché genérico pero tampoco consiguen vehicular el relato. El rumbo se modificará en función de las dinámicas vocales elegidas para cada canción. Hay algunas composiciones que no sólo captan nuestra atención sino que refuerzan nuestra empatía hacia lo que estamos viendo. Aunque quedan aisladas por un apabullante recorrido por registros altísimos, que tapan en ocasiones lo que se está explicando. Esto hace que nos quedemos absortos ante el cómo, poco atentos al qué y perdamos de vista el porqué.

A nivel técnico, sí que se ha conseguido dar con el tono adecuado hasta conseguir que el envoltorio sea el idóneo. La escenografía de Antonio Camaño y Alberto Rubio consigue crear un ambiente de tonos y texturas metálicos y opresivos que, a la vez, favorecen la frontalidad necesaria para que los intérpretes puedan situarse en el proscenio ante el público. El diseño de luces de Tirso Izuzquiza aprovecha el trabajo de sus compañeros y lo amplifica, situando a los protagonistas entre sombras y penumbras. La alineación con los registros musicales y el sonido de Andrés López está muy bien trabajada.

En esta ocasión, El Ascensor acoge como inquilinos a tres nuevos intérpretes. El trabajo de Laura Enrech nos sorprende por su ductilidad para moverse con adecuación y temperamento por todos los terrenos que hemos comentado. Su verosimilitud dota de carácter a Emma y realmente tenemos la sensación de contemplar a una actriz sólida que comprende que el musical es, ante todo, teatro. Naim Thomas se defiende en un registro vocal más alto al que nos tiene habituados y realiza una interpretación seria aunque demasiado candorosa para lo que le sucede a su personaje. Por último, Paco Arrojo da rienda suelta a su coloratura vocal y defiende las canciones con energía y potencia. Un rasgo que contrasta con lo contendido del resto de su interpretación. Los tres están muy bien arropados en escena por el trabajo de Alberto Inarejo Majón “Reverendo” al piano.

Finalmente, El Ascensor muestra a un autor con muy sanas intenciones de transitar por el teatro musical de un modo personal y con la mirada puesta en el Off Broadway. En esta ocasión, ha faltado encontrar la manera óptima para desarrollar una historia y a unos personajes. Un equilibrio y un sentido identificados y un lugar al que llegar. Eso sí, la sensibilidad de Masegosa para recrear ambientes y géneros a través de la música suponen una verdadera oportunidad para el autor de crear y compartir trabajos iconoclastas y singulares para un público curtido y veterano.

Crítica realizada por Fernando Solla

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