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30.10.2017 Críticas  
La “Road movie” de Azorín

En 1905, asumiendo un encargo del periódico “El Imparcial”, Azorín siguió los pasos de nuestro hidalgo caballero más famoso. Recorrió La Mancha recreándose en sus ventas y aldeas, conversando con los lugareños y tomando notas para su diario de viaje. Ese diario sirve a Eduardo Vasco para teatralizar ese viaje.

Arturo Querejeta se mete en la piel de Azorín y la Sala José Luis Alonso del Teatro de La Abadía pasa de taberna a pensión, de vagón de tren a la venta de Aldonza. Arturo no solo compone con tino el personaje de Azorín, sino que se desdobla en varios de los personajes de la novela de Cervantes. Con el apoyo de proyecciones y de una bella música viajaremos a los distintos escenarios. Las reflexiones que acompañaran el viaje serán las que guiaran al espectador atento a través de los campos y lugares manchegos.

La Ruta de Don Quijote es una obra de ritmo pausado, se agradece su justa duración, no se hace tediosa en ningún momento, gracias a los acertados movimientos escénicos que ayudan a visualizar cada uno de los lugares que visitamos de la mano de Azorín, que a su vez va de la mano de Don Quijote y de Cervantes.

Dosis de fino humor, del elegante humor que destilaba Azorín en sus crónicas y que a riesgo de haberse quedado antiguos, renacen con gracia en el buen hacer de Arturo Querejeta. Las descripciones de los olores, de los colores, de los paisajes y las sombras. Todo lo que tiene que tener un buen diario de viaje para que el lector (en este caso espectador) sienta las sensaciones del narrador.

La Ruta de Don Quijote es un preciso trabajo de transformación de una narrativa en apariencia poco trasladable a las tablas, que se salda con un excelente sabor de boca, con esa sensación de querer saber más. Cuando uno sale de una función deseando saber más, es que algo ha funcionado a la perfección.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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