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11.10.2017 Críticas  
Muerte, huesos y mucho poteen

Arranca temporada La Villarroel de Barcelona con La Calavera de Connemara, una comedia negra de origen irlandés, segunda parte de La Trilogía de Leenane, con autoría de Martin McDonagh y que Iván Morales ha adaptado y dirigido junto a Pau Gener. Una obra que el público tiene que ir a ver por varias razones.

Primeramente, y seamos sinceros, ¿a quién no le gusta el humor negro? ¿Quién no hace ironía hasta en las situaciones más dramáticas? Bueno, puede ser que no todo el mundo lo haga. Pero, para los que sí se sienten identificados, tienen que ir a ver este montaje, que les queda que ni pintado a estos cuanto actores catalanes. De hecho, siempre he dicho, y lo mantengo, que el humor del Reino Unido es muy similar al catalán. Creo que por eso les quedan estos papeles como un guante.

En La Calavera de Connemara, el desenterrador Mick Dowd se pasa los días sentado en su sillón y bebiendo poteen, mientras recibe la visita diaria de la vieja Maryjohnny Rafferty, jugadora compulsiva de bingo, para hacerse mutua compañía y charlar un rato. A veces también se presenta Thomas Hanlon, el policía del pueblo, quien aspira a ascender y parecerse a su idolatrado Colombo. Y, finalmente, también está Mairtin Hanlon, quien este año será compañero de trabajos de Dowd en desenterrar los cadaveres que lleven más de 7 años bajo tierra para poder meter nuevos cuerpos. Pero este año toca sacar los huesos de Oona, la difunta esposa de Dowd y en el pueblo se rumorea que él la mató. Así que Dowd, finalmente, va a tener que plantar cara a unos cuantos frentes abiertos que le acechan desde hace tiempo.

Una segunda razón para ir estos días a La Villarroel, es por la excelente calidad de interpretación del elenco al tocar asuntos tan dramáticos como la tristeza, la apatía o la muerte. Cabe destacar la magnífica dicción en un texto que en momentos es pausada pero en momentos eleva el ritmo trepidantemente. Y, adicionalmente, por mantener estoicas las formas cuando el público se está riendo a carcajadas. Los cuatro están inmersos en sus actuaciones y así lo demuestran pero, quizá por los personajes que les han tocado calzar, Pol López como Dowd y Oriol Pla como Mairtin sobresalen de forma espectacular en sus intervenciones individuales, así como en las partes que tienen que trabajar los dos juntos, en las que se desprende la precisión de un trabajo bien hecho y una conexión mutua que funciona a la perfección (¡Por favor! Qué maravilla el número musical coreografiado por David Climent de Los Corderos… ¡y no digo nada más!). Completan el reparto, formando así un equipo de dramáticos cómicos, Marta Millà como Maryjohnny y Xavi Sáez como el policía Hanlon.

Otra razón más es, por ejemplo, la escenografía que han construido entre los Germans Óscar y Carles Hernandez Pol a las órdenes de Marc Salicrú en un espacio relativamente complicado como es el escenario de La Villarroel (a pie de suelo, en medio de dos patios de butacas y solo con paredes a los extremos) que es de 10. Soy partidaria de escenarios minimalistas y sencillos cuando se requiere, pero reconozco que el arduo trabajo que supone este decorado (y mantenerlo y reconstruirlo cada noche) es para quitarse el sombrero y viste la obra a la perfección.

Finalmente, hay que hablar del trabajo de adaptación de la dramaturgia de McDonagh por parte de Iván Morales (que tiene una larga experiencia a nivel nacional e internacional como actor, dramaturgo y director) que ha mantenido totalmente el aroma irlandés original y que, estoy segura, su espléndida dirección va a conseguir que sea un éxito en la escena teatral de Barcelona.

Ya lo dije cuando salí de verla hace unos días: señoras y señores, les presento La Calavera de Connemara, la comedia negra del año.

Crítica realizada por Diana Limones

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