El OffSide del Teatre Romea recupera Xarnegos de Marc González de la Varga. En esta ocasión, el hall del local sirve para escenificar esta delicada pieza que incluye al público de una manera muy especial. Un reparto muy inspirado y un tema de total actualidad juegan muy bien las cartas alegóricas entre realidad y ficción.
El trabajo del elenco es especialmente importante en esta función. Sin querer desvelar más detalles de los necesarios, la pieza nos sumerge en una terapia de psicodrama. Tanto por la disposición del público como por la localización de todo el asunto en el vestíbulo del teatro, el ambiente que se consigue crear es realmente particular y muy representativo. La opción de no ir a lo fácil (que hubiera sido elegir un reparto de caras desconocidas) termina por ser un gran acierto.
De este modo, los intérpretes no sólo defienden sus personajes a la perfección sino que nos acompañan y nos incluyen con una ternura firme, tomando las riendas del desarrollo de la representación para llevarla siempre a buen puerto y hacia donde dice el texto. Y lo más importante es que esto no sólo sucede a nivel logístico y dramático sino también en el terreno de las ideas y los sentimientos que despiertan en los espectadores.
Camilo García, Roser Batalla, Alzira Gómez, Alicia Puertas y Albert Eguiazábal realizan un trabajo más que notable. Cada uno a través de un estilo tan particular como distintas son las personalidades de los roles que defienden. La dicción en ambas lenguas (catalán y castellano) es magnífica, algo que resultaba crucial para la verosimilitud de lo que se cuenta en Xarnegos. En este aspecto, la dirección de González de la Varga es más que notable.
Lo subjetivo y lo personal. De esto habla Xarnegos. Sorprende que una obra en la que se habla tanto no sea para nada discursiva o se reduzca al panfleto. Un gran éxito del texto es, indudablemente, la capacidad para captar lo intrínseco que hay tras los múltiples puntos de vista que se plasman, siempre a través de la ficción. Una ficción que se convierte en la realidad de todos los que compartimos velada mientras dura la representación. Otro logro es saber cómo incluir y evocar situaciones en las que todos nos podamos ver reflejados de alguna manera. Sin perder por ello un sentido del humor muy bien dosificado.
Este detalle es capital para que participemos voluntariamente del psicodrama. Lo evocado y lo tangible en convivencia. Situaciones concretas de los personajes que saben cómo evocar un pasado histórico compartido por nosotros o los que nos precedieron pero que reflejan la herencia recibida y cómo nos enfrentamos al presente y miramos hacia el futuro. Xarnegos arriesga bastante en su tramo final, ya que cuando parecía que las cartas estaban sobre la mesa, se toma su tiempo para darle una oportunidad a los protagonistas. Quizá podría haberse dejado a la imaginación del espectador la necesidad de atar cabos, pero este largo paréntesis acaba jugando a favor de la obra.
Por último, Xarnegos ofrece una interesante oportunidad para pararnos a reflexionar sobre cómo afrontar y cómo hemos llegado a situaciones que estamos viviendo en nuestro presente más inmediato, sin renunciar por ello a la atemporalidad y universalidad que se desprende de todo el conjunto.
Crítica realizada por Fernando Solla