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10.10.2017 Críticas  
El cerebro como rastreador de historias y significado

La Sala Beckett inicia el ciclo “Les condicions del cervell” con una lectura semi-escenificada de una pieza de Nick Payne. Mònica Bofill traduce y dirige Incògnit, un texto emotivo y divertido a partes iguales que se convierte en certera amalgama de terminología científica y filosófica y las batallas cotidianas de dos decenas de personajes durante varias décadas.

La propuesta a la que asistimos aquí es mucho más que una lectura. El texto tiene varias capas y aunque la puesta en escena no es completa se ha sabido mantener una línea que incluye múltiples narrativas y que dibuja y asienta perfectamente las directrices de una posible puesta en escena. El relato se reproduce íntegro, arropado y explicado con coherencia y adecuación por un imprescindible diseño de vídeo de Joan Rodón. Su trabajo no sólo amplifica y desarrolla la pieza sino que le da un formato con el que aporta gran valor, tanto a nivel estético como de contenido. La iluminación de David Bofarull y el espacio sonoro de Damien Bazin redondean la propuesta y la acercan a los espectadores y oyentes.

El trabajo de los cuatro intérpretes es más que meritorio. No sólo por aprenderse gran parte de sus réplicas sino por la creación que realizan de sus personajes, independientemente de tener el libreto delante o no. La interacción entre ellos está muy bien trabajada y, aunque el formato pueda confundir en una obra tan coral y de historias cruzadas, apenas perderemos algún hilo (quizá temporal) para recuperarlo enseguida y asimilar la visión de conjunto. Jordi Lloredella, Victòria Pagès. Oriol Guinart y Paula Blanco consiguen que no sólo les escuchemos con atención, sino trasmitir este particular universo con delicadeza y asertividad. Como manda el texto.

Resulta muy interesante cómo se habla de la crisis del individuo a través de la memoria y de los estudios y aplicaciones científicas. Algo quizá no explícitamente novedoso pero que en manos de Payne se convierte en un material muy destacable. A nivel semiótico tanto el texto de partida como la propuesta a la que asistimos es muy estimulante. Personajes que por sí solos quizá no resultarían icónicos pero mediante su interacción propician una intensa velada. La dirección y traducción apuntan hacia unas características propias en función del personaje y época por la que se mueven los intérpretes en cada momento. Unas líneas más que correctas si se quiere seguir desarrollando este proyecto.

Bofill ha sabido captar la esencia de Incògnit. Encadenando las escenas (y las historias) como si de sinapsis neuronales se tratara, asistimos con atención a los tres actos en que se divide la pieza: “Codificación”, “Almacenamiento” y “Recuerdo”. La necesidad de los personajes por establecer discursos coherentes y con sentido se escenificará tanto a través de la pérdida de memoria como de la incapacidad para revelar ciertas características de nuestro historial afectivo, no sólo del clínico.

Finalmente, el éxito de la propuesta se debe al meticuloso análisis que han realizado todos los implicados. A destacar, nuevamente, la labor de Joan Rodón que consigue plasmar el progreso científico a través de conceptos tan humanos como el amor, la identidad, la fe en el prójimo o en uno mismo o la pérdida. Nuestras mayores preocupaciones enfocadas como reacciones químicas de nuestro cerebro. Precisamente, esta certificación no las relativiza sino que las amplifica. Incògnit es un texto que nos gustaría disfrutar con una puesta en escena completa y que encuentra un lugar privilegiado, tanto en el ciclo como en el espacio que conforma la Sala Beckett.

Crítica realizada por Fernando Solla

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