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07.10.2017 Críticas  
Movimientos y coreografía: apoteosis y resurgimiento

Casi un cuarto de siglo después de su estreno, el Mercat de les Flors acoge una nueva puesta en escena de Rosas Danst Rosas de la coreógrafa Anne Teresa De Keersmaeker y la sensación de ser testigos una obra de arte única y llena de vida nos invade. Una pieza que trasciende cualquier connotación estética para instalarse en lo más profundo (y físico) de nuestro yo interior.

Descubrir Rosas Danst Rosas supone una verdadera revolución todavía a día de hoy. Quizá más que nunca. Es inaudito comprobar cómo un espectáculo, que requiere la paciencia y atención del espectador en un primer momento, consigue traspasar formalidades y rutinas para establecer unos parámetros de aprendizaje en el acercamiento hacia la creación y recepción de la danza. Movimientos en apariencia cotidianos pero que consiguen un nuevo significado a través de cada repetición. Lo que sucede en el escenario es tan hipnótico como aprehendido a tiempo real por nuestro cuerpo mientras ocupa la butaca.

La adecuación corporal de la compañía es impagable. Quizá sea una de las únicas ocasiones en las que el movimiento de los cuerpos consiga transmitir tantas sensaciones y certezas a través de la principal herramienta de trabajo de estas bailarinas todoterreno. Movimientos que se repiten, respiraciones que se escuchan. Cómo de la nada se puede crear un todo tan inconmensurable. Cómo se puede activar de tal modo el intelecto del espectador para que se mantenga en vilo constante y contemple cómo no hay movimiento igual a otro si los cuerpos que lo ejecutan son distintos. Y aquí entran en juego (el día del estreno) Laura Bachman, Yuika Hashimoto, Léa Dubois y Soa Ratsifandrihana, verdaderas heroínas de la expresividad corporal.

Su trabajo es exquisito. En ningún momento (de)muestran extenuación y persisten en la coreografía con una coordinación perfecta. Pero es que además, de la mano del diseño de De Keersmaeker consiguen convertirse en auténticas embajadores del qué, cómo y porqué de la danza contemporánea. Es increíble su excelencia al marcar cada movimiento y llenarlo de matices a esa velocidad. Su memoria es envidiable pero es que su retentiva corporal y física es apabullante. Cómo de la repetición consiguen llegar a lo macro (alegórico, sensible y físico a la vez) y transmitirlo al espectador para que lo viva, lo reciba y lo aprenda (y aquí lo más importante) de la misma manera, es decir, a través del cuerpo. La psicosomatización en el patio de butacas como nunca antes ha sucedido, dando sentido a la categorización posmodernista del espectáculo. Tremendo el mutis final de los cuerpos de las cuatro.

El juego que promueve el vestuario, perfectamente integrado en la coreografía, es impagable. Lo que se consigue con un solo y leve (pero marcado) movimiento de las piezas superiores para descubrir una clavícula, por ejemplo, termina de elevar la vertiente alegórica de Rosas Danst Rosas. Lo que se muestra y lo que se oculta. La seducción, quizá fortaleza, pero sensibilidad y fragilidad en constante evocación de estas (y por extensión todas, ya que lo que sucede en en el escenario es irremisiblemente sumativo y absoluto) mujeres es impagable. La música de Thierry De Mey y Peter Vermeersch va en esa misma dirección y es un apoyo dramatúrgico muy especial. Marcando la intensidad creciente de cada cuadro, su función ética y estética se percibirá incluso cuando no suena, ya que la dosificación que se realiza es magnífica.

El diseño de luces de Remon Fromont es maravilloso. Siguiendo en esta línea y perfectamente integrado en la naturaleza de la propuesta, terminará de organizar y planificar mediante su focalización geométrica y de plano cambiante el espacio por el que transitarán las bailarinas hasta terminar formando parte del mismo movimiento de un modo que también es estéticamente muy impactante y rotundo. Igual que la figuración de los cuerpos se irá modificando, lo mismo las fuentes de luz en función de los cuadros. Primero desde el suelo, luego horizontal hasta un final parcialmente cenital. El broche de oro para que tanto esfuerzo por priorizar la potencia expositiva, explicativa y narrativa de los cuerpos sea a la vez código, canal y mensaje. No habrá movimientos que no se puedan realizar en la cotidianidad y que no signifiquen algo en ese ámbito. Pero de la combinación y amplificación por cuatro conseguiremos captar toda su fuerza alegórica. En función de cómo quede iluminada o cómo le siente la pieza de ropa a cada bailarina un mismo movimiento, incluso una sonrisa, marca la diferencia. Y gracias a una hilvanación perfecta, conseguiremos captarlo. ¡Todo!

Finalmente, asistir a una representación de Rosas Danst Rosas supone entrar en el mundo de la danza contemporánea con un vigor y ánimo de los que ya no se puede salir nunca jamás. Apoteosis, porque todo lo anterior queda en un segundo plano. Y resurgimiento, porque de aquí nace algo tan potente que se arraiga con a uno de nosotros profundamente y para siempre. De un modo genuino e inimitable esta coreografía consigue romper con la máxima que dice que algo no existe hasta que no podemos articularlo mediante palabras. En un momento en el que lo interdisciplinar está a la orden del día, asumir los fundamentos de este espectáculo significa elevar a la danza a la número uno de las manifestaciones artísticas. Hay un antes y un ahora (siempre ahora) tras ver Rosas Danst Rosas.

Crítica realizada por Fernando Solla

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