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05.10.2017 Críticas  
Máscaras directas al corazón

Cuando pensamos en teatro lo hacemos, inevitablemente, en uno textual con actores y actrices capaces de transmitirnos a través de sus gestos. Pues bien, André y Dorine demuestra, en el Teatro Fernán Gómez, que no siempre es así.

André y Dorine es un espectáculo sobre el amor, la vejez y la enfermedad. La primera escena ya refleja claramente cómo va a ser el resto de la obra, desde ese momento la historia fluye de una manera sencilla para que el público también se entregue, se enamore, se ría, se enfade y llore (sí, a unos cuantos se nos humedecieron los ojos) con ellos.

Y es que parece mentira que un espectáculo de máscaras –donde toda emoción se unifica en un solo gesto- sea capaz de transmitir tanto, y todo ello sin utilizar ni una sola palabra.

Gran trabajo de los actores que utilizan el resto de sus cuerpos para dar vida a ese anciano matrimonio y que además se sirven de multitud de objetos para mostrarnos esta historia profunda y universal. Recalco en este momento la importancia de la maravillosa escenografía en la que nada ha sido elegido arbitrariamente: el salón de la casa de los dos protagonistas está lleno de objetos que tarde o temprano los actores van a utilizar para contarnos historias e incluso transmitirnos emociones, y que a su vez consiguen que una escena encaje a la perfección con la siguiente; todo lo que vemos sobre las tablas tiene sentido.

Además, cuenta con una bien llevada iluminación que nos permite seguir cada emoción e incluso trasladarnos a otras épocas y comprender cómo se ha ido construyendo esa historia de amor que ahora se va desdibujando. Momentos dramáticos golpeados por instantes cómicos que narran con una sensibilidad extrema la historia de esas vidas sacudidas por la enfermedad.

No se habla de Alzhéimer, como no se habla de nada en toda la obra pero se transmite todo porque consiguen que nosotros desde el patio de butacas pongamos nombre a lo que ocurre sobre las tablas y, no sólo eso, también consiguen que depositemos nuestros sentimientos allí, en la sala Guirau del teatro madrileño.

La gente de Kulunka Teatro demuestra mucho talento y deja que los espectadores tengamos el lujo de poner las palabras de nuestra propia experiencia. ¡Gracias por reavivar mi amor por el teatro!

Crítica realizada por Patricia Moreno

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