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27.09.2017 Críticas  
El amor, ¿sentimiento o elección?

La Seca Espai Brossa nos ofrece una oportunidad privilegiada para acercarnos al autor noruego Jon Fosse. Una figura literaria europea muy prolífica, valorada y representada en otros países pero que aquí apenas se ha escenificado. Ni siquiera traducido. Ester Roma recupera su versión de Hivern, obra que conoce a la perfección tras su primer acercamiento de 2009 en el Institut del Teatre.

Su implicación es más que evidente. No sólo por haber recurrido a la pieza en 2010 y 2014, antes de compartir el actual montaje, sino también porque firma la traducción del original en alemán, la dirección, dramaturgia y el diseño de escenografía, iluminación y vestuario. Lo que vemos en escena muestra claramente que, cuando se mantiene una inquietud artística sobre una obra, no se puede reducir su recorrido vital. Menos cuando tenemos entre manos un material tan potente, complejo y abordable desde varios puntos de vista como este Hivern.

Hablamos de equipo, ya que también nos reencontramos con Ramon Bonvehí y Bàrbara Roig, los dos integrantes del reparto. Obviamente, su trabajo es capital para elevar el resultado final de la propuesta. La aproximación que realiza cada uno de su personaje es diametralmente opuesta en un principio. Sin embargo, el desarrollo de ambos (individualmente y en común) se mostrará ante nuestros ojos con una capacidad evocadora del universo introspectivo de cada una de las partes que sitúa al espectador en una atmósfera muy especial.

Opresiva e impaciente. Urgente. Pero también dejando suficiente aire y espacio como para que el público pueda respirar a sus anchas e imaginar cómo los dos personajes han llegado hasta ese punto físico y vital que comparten con nosotros. Una búsqueda que ambos recrean a la perfección y que termina siendo una inmersión fascinante para mostrar cómo se entretejen las relaciones humanas y cómo y cuándo necesitamos comunicarnos. El éxito de la interpretación de Bonvehí y Roig radica en plasmar de un modo muy alegórico y expresivo (con muy pocas palabras) el pragmatismo del sentimiento amoroso. El porqué.

Movimiento y quietud. En círculos o diametral. Repetitivo o desordenado. Vigor estático y punto de encuentro. Ella se enfrenta a su personaje desde la crispación y la vorágine hasta que parece encontrar cierto remanso y la posibilidad de la calma pactada. Él desde una situación personal más estática de la que necesita salir para, finalmente, ofrecernos un magnífico estallido final. Su punto de encuentro es maravilloso, así como la complicidad y la escucha que ambos escenifican. Hay muchas pausas, así como interrupciones y frases inacabadas y la concatenación de voz, gesto, expresión facial, respiración y aptitud física son realmente elogiables.

La opción escenográfica propuesta por Roma es excepcional. El espacio, perfectamente acotado y rellenado con chips de embalaje, resulta todo un hallazgo. Tanto sirve para evocar el parque nevado donde sucede el primer encuentro de sus personajes como para simular una hipotética caja sin fondo de la que los personajes necesitan salir y no pueden. Las resonancias elegíacas contrastan con lo adusto y desecado, incluso lacónico, de diálogos y actitudes. El material utilizado permite “dificultar” el movimiento de los personajes y confundirse y esconder la utilería. Una gran decisión plasmada con sensibilidad y adecuación. Muy bien aprovechada por los intérpretes.

Cómo se puede conseguir esta contundencia sin ser herméticamente taxativo es un misterio que todos los implicados en Hivern resuelven durante el transcurso de la representación. Un muy feliz encuentro con un autor, texto, dramaturgia e interpretación que se unifican en una jornada teatral cuyo valor podríamos resumir en un único e importante adjetivo. Trascendente.

Crítica realizada por Fernando Solla

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